Ivy
Están por todas partes.
Su calor me envuelve, sus alientos deslizan sobre mi piel como una promesa prohibida. Ya no sé dónde termina mi cuerpo y dónde comienzan los suyos.
Lyam. Kael. Soren.
Un murmullo. Una quemadura. Una posesión.
Sus dedos rozan mi piel, su presencia me asedia. Cierro los ojos un instante, creyendo poder retomar el control, pero es un error.
Porque solo estoy cayendo más bajo.
— Nos perteneces, Ivy, murmura Lyam en mi oído.
Mi corazón explota en mi pecho.
— Dilo.
Su aliento quema mi cuello, sus dedos se cierran sobre mi cadera. Kael traza una línea invisible a lo largo de mi brazo mientras Soren, silencioso, me observa, las pupilas oscuras, ávidas.
Están esperando.
Una palabra.
Una sumisión.
Me muerdo el labio. Debería decir que no. Luchar.
Pero la verdad es que ya no tengo fuerzas.
Me han atrapado y nunca quise escapar.
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Kael
Ella tiembla bajo mis dedos.
Su aliento es corto, su piel incandescente.
Podría empujarla más. Provocarla, llevarla a ese instante en el que finalmente entenderá que es nuestra.
Pero quiero que lo realice por sí misma.
Que nos reclame.
Mis labios rozan la línea de su mandíbula, trazando un camino invisible hasta su oído.
— Sabes que eres nuestra, Ivy.
Ella se arquea ligeramente bajo mis palabras, y sonrío.
Está tan cerca.
Solo hace falta un poco.
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Lyam
Ella aún lucha.
Pero su cuerpo habla por ella.
Apreto su cintura entre mis dedos, anclando su realidad a la nuestra.
— Ivy, murmuro.
Su mirada se eleva hacia mí, incierta, turbada.
Quiero ver ese momento exacto en el que entiende que no hay vuelta atrás.
Ya es nuestra.
Y ella lo sabe.
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Soren
Está magnífica así, perdida entre deseo y miedo.
Pero no hay salida.
Estamos en ella.
Deslizo mis dedos sobre su nuca, sintiéndola temblar.
— Acepta, Ivy.
Ella jadea, los párpados entrecerrados.
Ya no puede luchar.
Ya no quiere.
Un aliento. Un escalofrío.
Luego, finalmente, cede.
— Sí…
Y en ese instante, realmente nos pertenece.
Ivy
Todo se desmorona.
El mundo se reduce a sus presencias, a la tensión que me une a ellos, a ese instante suspendido donde todo puede explotar.
Debería escapar.
No lo hago.
Lyam toma mi muñeca, su mirada ardiente anclada a la mía. Su pulgar roza mi piel, un escalofrío recorre mi brazo.
— Lo sientes, ¿verdad?
Kael ríe suavemente detrás de mí, su calor una sombra que me sigue.
— Ella aún intenta resistir, susurra.
Soren no dice nada. Pero su mirada me atraviesa.
Me encierran entre ellos, una trampa invisible de la que ya no puedo escapar.
O mejor dicho… de la que ya no quiero salir.
— Deténganse… murmuro, la voz demasiado débil, demasiado rota para ser creíble.
Lyam esboza una sonrisa carnívora.
— Dinos que nos vayamos, Ivy. Y desapareceremos.
Mi corazón late fuerte. Mis labios se entreabren.
Pero ninguna palabra sale de mi garganta.
Un silencio. Una eternidad.
Kael pone sus manos sobre mis hombros, presionando ligeramente.
— Es lo que pensaba…
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Lyam
Está atrapada.
Lo sabe.
Lo veo en la forma en que sus pupilas se dilatan, en cómo su aliento se quiebra en su pecho.
Quiere luchar.
Pero ya arde por nosotros.
— Eres hermosa así, murmuro acariciando su mejilla.
Su piel está hirviendo.
Soren se acerca, su mano roza su clavícula. Su silencio es más poderoso que todas nuestras palabras.
Ella tiembla.
Kael se desliza detrás de ella, juega con un mechón de su cabello.
— Ivy… susurra.
Ella cierra los ojos, inclina ligeramente la cabeza hacia atrás.
Cede.
Poco a poco.
Y quiero ser quien la haga caer completamente.
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Kael
El juego está llegando a su fin.
La siento tambalear, atrapada entre lo que cree querer y lo que su cuerpo reclama.
Sus labios están entreabiertos, su respiración errática.
— Dilo, Ivy, susurro contra su piel.
Ella no responde.
Pero no necesita hablar.
Su cuerpo ya nos suplica.
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Soren
Un paso.
Un aliento.
Un escalofrío.
Está al borde del abismo.
Y estamos aquí para empujarla.
Extiendo la mano, deslizo mis dedos contra su nuca.
Ella tiembla.
— Se acabó, Ivy, murmuro.
Ella abre los ojos.
Brillan.
Ella sabe.
Y esta vez, ya no niega.
---IvyYa no me reconozco.O tal vez sí.Quizás esta fiebre que me consume siempre ha estado ahí, oculta bajo la superficie, simplemente esperando ser despertada.Y ellos la han despertado.Lyam, Kael, Soren.Sus presencias me envuelven, me aprietan, me absorben hacia un punto de no retorno.Debería luchar aún. Oponer un último esfuerzo de resistencia.Pero mis músculos se niegan a moverse. Mi respiración se acelera, incontrolable.— Ivy…La voz de Lyam me llega como un eco distante.Levanto la vista hacia él, atrapada en la intensidad de su mirada.— Déjate llevar.Un escalofrío me recorre.Kael roza mi cadera con la yema de los dedos, juega con la barrera invisible que he intentado erigir entre nosotros.— ¿Por qué te obstinas?Su aliento acaricia mi nuca. Cierro los ojos, incapaz de escapar de esta tensión que aumenta, que se estira entre nosotros como un hilo a punto de romperse.Soren, en silencio, me observa. No necesita hablar. Sus gestos son más elocuentes que cualquier palab
---IvyCaigo.No sé si es hacia ellos o hacia dentro de mí.Todo lo que sé es que ya no puedo luchar. No más.El peso de sus miradas, de sus manos, de sus alientos me clava en el lugar, me consume, me reduce al estado de una criatura febril y hambrienta.Quería resistir. Mostrarles que podía mantener el control.Pero ya no hay control.Solo están ellos.Lyam se acerca, su mirada oscura anclada en la mía.— Dilo, Ivy. Dilo que nos quieres.Mi garganta se cierra. La palabra arde contra mis labios. Pero está ahí. Listo para estallar.Kael desliza sus dedos por mi nuca, subiendo lentamente hasta mi mandíbula.— Deja de luchar… Confiesa.Soren no dice nada. Solo se limita a observarme. Implacable. Silencioso. Pero lo siento. Siento su voluntad pesar sobre la mía, aplastante.Cierro los ojos.Y caigo.— Los quiero…Un suspiro. Un murmullo.Pero es suficiente.---LyamLa palabra cae, frágil, incierta.Y, sin embargo, resuena en mí como una victoria total.Sonrío. Una sonrisa oscura, carnic
IvyNo sé cuánto tiempo he estado caminando.El mundo a mi alrededor ha perdido sus contornos.El bosque se extiende infinitamente, poblado de sombras móviles, de murmullos apenas audibles.El hombre – o la bestia, ya no lo sé – me arrastra en silencio. Su mano envuelve la mía con una fuerza tranquila. Inflexible. Irreal.Debería resistirme. Huir. Gritar.Pero lo sigo.Lo sigo como si toda mi vida no hubiera sido más que un largo camino hacia ese momento.El viento se desliza por mi cabello. El olor de la tierra húmeda, de las hojas muertas, de la sangre seca me revuelven el estómago.Y, sin embargo, mi cuerpo pide más.Más de él. Más de esa presencia que me envuelve, me devora.— ¿A dónde me llevas? susurro.Su voz resuena en la noche.— A casa.Un escalofrío me recorre.— ¿Quién eres… realmente?Se vuelve hacia mí. Su rostro es hermoso. Terriblemente hermoso. Pero inhumano.Su piel parece vibrar con un brillo febril. Sus ojos… esos ojos dorados me consumen.— Somos los que te espera
IvyEl motor ruge mientras el coche se adentra en la larga carretera flanqueada por árboles centenarios. La atmósfera cambia. El aire parece más denso, más cargado.Miro por la ventana, con el corazón a flor de labios.— ¿A dónde vamos? mi voz tiembla.Lyam me lanza una mirada por el retrovisor, con una sonrisa ladeada.— A casa.Kael, a mi derecha, se limita a fijar la vista en el horizonte, con un rictus satisfecho en los labios.— Finalmente verás quiénes somos realmente, Ivy.Soren no dice nada. Su mirada de acero no me deja en paz ni un segundo.El coche se detiene frente a unas inmensas rejas forjadas con el emblema de un lobo.Dos siluetas aparecen de inmediato. Grandes hombres, macizos, que se inclinan en cuanto ven a los trillizos.— Alfas, murmura uno de ellos. Bienvenida a casa.Un escalofrío me recorre.Salimos del coche, yo detrás de ellos, dudosa.Las rejas se abren con un chirrido pesado.Y descubro la extensión de su territorio.Un inmenso dominio se extiende ante mí.
IvyEl sol desciende lentamente, bañando el dominio con una luz dorada. Camino en silencio, entre ellos. Mis piernas todavía tiemblan de esta visita, de esas miradas que se posaban sobre mí como si ya me pertenecieran.Al llegar frente a la inmensa construcción, Kael empuja las pesadas puertas de madera tallada. El interior es aún más impresionante: paredes de piedra clara, candelabros de hierro forjado, pieles de bestias tiradas en el suelo. Todo respira riqueza... y poder.— Ven.Lyam me agarra suavemente de la mano y me lleva al piso de arriba.— Debes ver tu habitación.Mi habitación. Esas palabras resuenan extrañamente.Soren sigue en silencio, su mirada pesada sobre mi nuca.Se detienen frente a una puerta masiva. Kael me sonríe, burlón.— ¿Lista para descubrir tu nuevo mundo, Reina?Trago y asiento con la cabeza.La puerta se abre.Quedo paralizada.La habitación es inmensa. Cortinas oscuras caen de las paredes hasta el suelo. Una ventana da a la selva. Pero es esa cama la que
HiedraLa noche cayó sobre la ciudad. Una noche pesada, densa y casi palpable.Camino entre ellos: Lyam, Kael, Soren. Su presencia me interrumpe, y la multitud que se abre frente a nosotros me abre paso. Docenas, no... cientos de miradas robadas en mí.Todos los lobos. Todos sus súbditos.Elenna y Myra me adornaron como a una reina. El vestido blanco se desliza sobre mi piel, delgado, casi irreal. Mi cabello, suelto, cae en cascada sobre mi espalda.La plaza central es enorme, pavimentada con piedra clara. Un trono esculpido, viejo, majestuoso.Lyam toma mi mano, firmemente.—Quédate cerca de nosotros. No dudes. Esta noche te conviertes en una de los nuestros.Trago saliva.—¿Qué pasa si no estoy lista?Kael sonríe, insolente.—Demasiado tarde para eso, hermosa. Ya eres nuestra.Soren no dice nada. Pero su mirada me atraviesa, ardiente, posesiva.Me llevan al centro, frente a su gente. Tiemblo. El susurro que se levanta me marea. Algunos me observan con curiosidad. Otros, con una devo
IvyLa luz se filtra suavemente a través de las inmensas ventanas de la habitación. Mi cuerpo adolorido me recuerda cada instante de la noche. La mezcla de sus pieles, de su deseo… Todo sigue ahí, grabado en mi carne.Siento brazos a mi alrededor. Cuerpos contra el mío.Lyam duerme a mi izquierda, su rostro apacible. Kael ronronea casi contra mi nuca, posesivo incluso en su sueño. Soren está ahí, en un rincón, pero sus dedos rozan distraídamente mi cadera, como si verificara que no me he escapado.No me atrevo a moverme. Es irreal. Ayer era solo una humana ordinaria… Y aquí estoy ahora, acostada en su cama, marcada, unida.LyamMe despierto primero, acostumbrado al amanecer. Ella está aquí. Sigue aquí.Sonrío contra su cabello. Su respiración es ligera, temblorosa. Tiene miedo. Y tiene razón. Pero ya no es cuestión de que se vaya. No ahora.Deposito un beso en su hombro desnudo. Su piel aún lleva las marcas de mi mordida. De nuestra unión.— Despierta suavemente, Ivy… Ya no necesitas
IvyLa luz de la mañana me despierta suavemente. Mi cuerpo aún está entumecido, marcado por la noche salvaje que me han impuesto. Siento cada mordida, cada caricia estampada en mi piel. Y, sin embargo… una extraña serenidad me invade.Todavía duermen, Kael a un lado, Lyam al otro, Soren sentado al borde de la cama, con los ojos perdidos en mí.— Despierta —murmura—. Es hora de descubrir lo que ahora te pertenece.Frunzo el ceño, incapaz de entender lo que quiere decir.— ¿Lo que me pertenece?Una sonrisa casi tierna roza sus labios.— Ven.Me levanto, envuelta en una sábana de seda que me tiende. Mis piernas aún tiemblan, pero Soren me sostiene y me lleva a ducharme, luego me ayuda a vestirme.Juntos, dejamos la habitación.El edificio es inmenso. Un verdadero mansión, o tal vez un palacio. Las paredes de piedra oscura, las tapicerías antiguas, todo respira riqueza y poder.Las sirvientas se inclinan a mi paso. Bajan la mirada, me susurran "Mi Reina".Siento que mis mejillas se sonroj