Hiedra
La noche cayó sobre la ciudad. Una noche pesada, densa y casi palpable.
Camino entre ellos: Lyam, Kael, Soren. Su presencia me interrumpe, y la multitud que se abre frente a nosotros me abre paso. Docenas, no... cientos de miradas robadas en mí.
Todos los lobos. Todos sus súbditos.
Elenna y Myra me adornaron como a una reina. El vestido blanco se desliza sobre mi piel, delgado, casi irreal. Mi cabello, suelto, cae en cascada sobre mi espalda.
La plaza central es enorme, pavimentada con piedra clara. Un trono esculpido, viejo, majestuoso.
Lyam toma mi mano, firmemente.
—Quédate cerca de nosotros. No dudes. Esta noche te conviertes en una de los nuestros.
Trago saliva.
—¿Qué pasa si no estoy lista?
Kael sonríe, insolente.
—Demasiado tarde para eso, hermosa. Ya eres nuestra.
Soren no dice nada. Pero su mirada me atraviesa, ardiente, posesiva.
Me llevan al centro, frente a su gente. Tiemblo. El susurro que se levanta me marea. Algunos me observan con curiosidad. Otros, con una devoción que me hiela.
Una anciana avanza, cubierta de negro. Su voz se eleva, ronca pero poderosa.
—Gente de la manada de Plata... esta noche, vuestros alfa presentan a su elegida. Aquella que llevará la corona de nuestra línea. Aquella que será nuestra reina.
Un retumbo sordo atraviesa la multitud.
—¿Aceptáis a esta humana? —retumba. ¿La reconocéis como elegida?
La respuesta estalla, unánime, bestial:
—La aceptamos.
Salto, mareada.
Lyam se acerca, su mano en mi cuello.
—De rodillas, Hiedra.
Lo miro, en pánico.
—¿Para qué?
—Es el rito. Dobla la rodilla... y la manada te aceptará.
Mi corazón late con fuerza.
Kael se desliza hasta mi oído:
—De lo contrario, los dejaremos venir a atraparte ellos mismos. Créeme, es menos suave.
Temblo... y cedo.
Mis rodillas tocan el suelo de piedra fría.
La anciana asiente.
—Que así sea. Alfas... sellad el vínculo.
No tengo tiempo de entender que Lyam se inclina y me muerde suavemente el cuello, justo en el nacimiento del hombro. Un ardor vivo me atraviesa.
Kael sigue, su beso rozando la mordida antes de dejar su propia marca, más abajo.
Soren finalmente se acerca. Su palma acaricia mi mejilla, dulce, casi tierna.
—Fórjanos —susurra.
Y sus colmillos perforan mi piel.
El dolor me enciende.
Un grito se escapa de mí.
Pero entonces... el calor explota.
El vínculo.
Lo siento.
Su poder me abruma, me lleva, me atraviesa.
Ya no estoy sola. Nunca lo estaré.
Cuando Soren se endereza, sus labios teñidos de mi sangre, la manada ruge. Un clamor animal, que resuena en la noche.
Lyam me ayuda a levantarme.
—Está hecho, Hiedra. Eres nuestra. Para siempre.
La anciana se inclina.
—¡Larga vida a la reina!
Y la manada repite, en una sola voz:
—¡Larga vida a la reina!
Tengo la cabeza alta, sus miradas fijas en mí.
Y en el fondo... la bestia despierta.
Soy su reina. Su presa. Su igual.
Y nada ha hecho más que empezar.
El camino hacia la mansión se hace en un silencio cargado de significado. La ceremonia aún quema mi piel, su marca late contra mi carne. Siento su olor en mí, su poder envolviéndome como una segunda piel.
Debería huir. Debería temblar.
Pero ya no puedo hacerlo.
La enorme puerta de la mansión se abre con un crujido sordo. El interior es suntuoso, rico y antiguo. Mármol en el suelo, candelabros de cristal. Los corredores desiertos resuenan bajo nuestros pasos.
Siento a Kael justo detrás de mí, su aliento contra mi cuello. Soren está a mi derecha, impasible, pero su mirada me devora. Lyam, al frente, me guía.
Me llevan a una gran habitación. La habitación.
La cama se alza en el centro. Gigantesca, desproporcionada. Hecha para ellos... y ahora para mí.
Permanezco congelada.
Kael se acerca, su sonrisa rozando mis labios.
—¿Te das cuenta, Hiedra? No hay más escape.
Lyam se da vuelta, me observa con una lentitud calculada.
—Esta noche entenderás lo que significa... ser de los nuestros.
Soren cierra la puerta detrás de él. El clic me hace saltar.
—Relájate, respira. Lo deseas tanto como nosotros. Deja de luchar.
Mis piernas tiemblan, pero no retrocedo. Los miro. Tres depredadores. Tres reyes en su reino. Y yo... ofrecida.
Lyam es el primero en moverse. Sus dedos tocan mi mejilla, se deslizan por mi garganta.
—Este cuerpo es nuestro, Hiedra. Lo sientes, ¿verdad?
Asiento. No puedo hablar.
Kael se burla suavemente.
—Tiembla... ¿Quieres que la ayudemos a relajarse, Lyam?
Su complicidad me estremece. Se entienden perfectamente.
Kael se acerca, sus manos se posan en mis caderas. Juega con los cordones de mi vestido, desatándolos uno a uno, lentamente, desnudándome ante sus ojos.
—Déjanos verte —susurra—. Enteramente.
El vestido se desliza al suelo en un susurro de seda. Estoy desnuda.
Soren gruñe, su mirada quema mi piel.
—Perfecta.
Lyam toma mis labios, me besa con una lentitud cruel, profunda y posesiva. Su lengua invade mi boca, roba cada respiro.
Kael desciende sus labios a lo largo de mi cuello, mordisquea mi clavícula. Sus manos acarician mis senos, juegan, provocan.
Me abandono. Mi cuerpo me traiciona, se adapta a sus caricias.
Soren se acerca, su mano cálida atrapa mi mandíbula. Me obliga a mirarlo.
—No cierres los ojos. No esta noche. Tienes que vernos, Hiedra. Tienes que ver lo que nos haces.
Mi respiración se bloquea. Me ahogo en sus pupilas oscuras.
Kael ríe lentamente.
—Está lista. Escuchen su corazón...
Me empujan hacia la cama, suavemente, sin romper el contacto.
Me encuentro sobre las sábanas, desnuda, ofrecida.
Lyam sube al colchón, se coloca sobre mí.
—Seré yo el primero. Tienes que sentirlo... hasta el fondo.
Me abandono. Mis piernas se abren por sí solas.
Me penetra con un golpe poderoso de caderas. Dolor agudo, fugaz, pero el calor lo ahoga de inmediato.
Kael se coloca detrás de mí, sus manos juegan con mis pechos, arrancándome gemidos.
Soren se queda atrás, pero sus ojos no me dejan.
—Mírame —repite—. Mira mientras te toma.
Lyam se mueve dentro de mí, fuerte, rápido, sin darme tiempo a respirar. Cada embestida arranca un grito. Mis uñas se aferran a las sábanas, me pierdo en la ola de placer y dolor.
Kael muerde mi hombro, su lengua recorre mi piel.
—Le gusta...
Soren se acerca finalmente. Su sexo tensa la tela de sus pantalones. Se deshace de su cinturón con un gesto lento.
—Abre la boca, Hiedra. Puedes hacerlo.
Tiemblo. Pero obedezco.
Soren me penetra, sus dedos enredados en mi cabello.
Soy suya. Llena, tomada, poseída.
El placer explota, violento, incontrolable. Mi cuerpo se arquea, grito sus nombres.
Lyam gime y se derrama dentro de mí, salvajemente. Kael ríe, sin aliento, su mano entre mis muslos.
Soren gruñe, disfrutando en mi lengua.
Colapso sobre las sábanas, rota, marcada.
Lyam se acuesta a mi lado, su aliento agitado.
—Fue la primera noche, Hiedra. La primera de muchas.
Kael se inclina y susurra:
—Eres nuestra. Y mañana... comenzamos de nuevo.
Soren acaricia mi mejilla.
—Y tú... tú eres nuestra ahora. Para siempre.
Cierro los ojos. Por primera vez... me siento en casa.
IvyLa luz se filtra suavemente a través de las inmensas ventanas de la habitación. Mi cuerpo adolorido me recuerda cada instante de la noche. La mezcla de sus pieles, de su deseo… Todo sigue ahí, grabado en mi carne.Siento brazos a mi alrededor. Cuerpos contra el mío.Lyam duerme a mi izquierda, su rostro apacible. Kael ronronea casi contra mi nuca, posesivo incluso en su sueño. Soren está ahí, en un rincón, pero sus dedos rozan distraídamente mi cadera, como si verificara que no me he escapado.No me atrevo a moverme. Es irreal. Ayer era solo una humana ordinaria… Y aquí estoy ahora, acostada en su cama, marcada, unida.LyamMe despierto primero, acostumbrado al amanecer. Ella está aquí. Sigue aquí.Sonrío contra su cabello. Su respiración es ligera, temblorosa. Tiene miedo. Y tiene razón. Pero ya no es cuestión de que se vaya. No ahora.Deposito un beso en su hombro desnudo. Su piel aún lleva las marcas de mi mordida. De nuestra unión.— Despierta suavemente, Ivy… Ya no necesitas
IvyLa luz de la mañana me despierta suavemente. Mi cuerpo aún está entumecido, marcado por la noche salvaje que me han impuesto. Siento cada mordida, cada caricia estampada en mi piel. Y, sin embargo… una extraña serenidad me invade.Todavía duermen, Kael a un lado, Lyam al otro, Soren sentado al borde de la cama, con los ojos perdidos en mí.— Despierta —murmura—. Es hora de descubrir lo que ahora te pertenece.Frunzo el ceño, incapaz de entender lo que quiere decir.— ¿Lo que me pertenece?Una sonrisa casi tierna roza sus labios.— Ven.Me levanto, envuelta en una sábana de seda que me tiende. Mis piernas aún tiemblan, pero Soren me sostiene y me lleva a ducharme, luego me ayuda a vestirme.Juntos, dejamos la habitación.El edificio es inmenso. Un verdadero mansión, o tal vez un palacio. Las paredes de piedra oscura, las tapicerías antiguas, todo respira riqueza y poder.Las sirvientas se inclinan a mi paso. Bajan la mirada, me susurran "Mi Reina".Siento que mis mejillas se sonroj
SorenLa observo sentarse. Su timidez la hace aún más hermosa. Sus manos se aferran a sus rodillas. Apenas mira a los demás miembros de la manada, como si temiera cruzar su mirada.— Relájate, susurra Lyam, posando una mano posesiva en su nuca. Nadie aquí se atreverá a hacerte daño.Sé que ella lucha. Pero está aprendiendo. Se adapta. Y pronto… reinará.LyamCorto un trozo de carne y lo llevo a sus labios. Ella se sonroja, pero obedece, cierra la boca lentamente. Este simple gesto me vuelve loco.Me inclino. Mi voz se vuelve más baja, solo para ella.— Sabes que te están mirando. ¿Sientes sus deseos? Eres la suya… pero sobre todo, la nuestra.Advierto su respiración entrecortada. Su mirada se nublada. Sonrío.— Come, Ivy. Luego tenemos toda la noche.IvyMe esfuerzo por tragar. La carne es tierna, jugosa, pero tengo la garganta seca. Sus miradas sobre mí me queman la piel. Me siento vulnerable, expuesta.Algunas mujeres de la manada me lanzan miradas extrañas. Ni hostiles ni benevolen
IvyEl viento fresco acaricia mi piel aún ardiente cuando dejamos el río. Mis piernas tiemblan, pero Kael me lleva contra él como si no pesara nada. Detrás de nosotros, Lyam y Soren avanzan en silencio, con miradas oscuras, orgullosas, como si el mundo entero les perteneciera.Y tal vez sea cierto.La manada nos espera en la mansión, pero ninguna palabra rompe el silencio. Ellos saben. Sienten lo que acaba de suceder allí, a orillas del río sagrado. Su sumisión es instintiva, visceral. Lo leo en sus ojos bajos, en sus respiraciones contenidas.— Esta noche, murmura Kael en mi oído, finalmente te ven tal como eres. Su Reina. Nuestra Reina.La gran puerta de la mansión se abre ante nosotros. Las llamas de las antorchas bailan, proyectando nuestras sombras sobre las paredes de piedra. La noche parece más densa, como si todo el universo se hubiera detenido por este momento.SorenLa miro en los brazos de Kael. Mi garganta se aprieta. Nunca habría creído sentir esto por una humana. Pero el
IvyNo puedo dormir.Cada noche, es la misma caída. Un abismo sin fin donde me pierdo, donde me entrego sin pudor, sin control.Están ahí. Kylan, Lysander, Orion. Siempre. Como si hubieran invadido mis sueños, tejido sus cadenas en mi inconsciente. Me abrazan, me besan, me devoran. Sus garras deslizan sobre mi piel desnuda, sus colmillos muerden mi carne hasta que me arqueo, ofrecida, consumida.Despierto empapada en sudor, las sábanas pegadas a mi cuerpo tembloroso. Mi respiración es errática, mi entrepierna húmeda de un placer que me da vergüenza. ¿Lo peor? Aún siento sus manos sobre mí. Su olor en mi piel. Y esas marcas… esas raspaduras bien reales en mis caderas, esos moretones en el hueco de mis senos.Paso mis dedos sobre ellas, helada. Ya no son simples sueños. Me tocan. De una manera u otra, cruzan la frontera de lo real.Y por la mañana, me observan. Los tres. Con esa chispa en los ojos. Como si supieran. Como si hubieran estado ahí.Lo sé ahora. Tienen acceso a mis sueños. A
KaelSiento su olor. Débil, distante… pero está allí.Aprieto los puños. ¿Ese pequeño idiota piensa que puede huir de nosotros? ¿Después de lo que le dimos? ¿Después de haberla marcado, tomado, reclamado frente a toda la manada?—¿Realmente cree que puede sobrevivir ahí… sola?Lyam ruge, Soren permanece de mármol, pero veo la locura encendida en sus ojos.—La encontraré. Le recordaré a quién pertenece.---SorenSu olor aún flota en el aire. Lo respiro profundamente. Y una emoción me recorre.Ella cree que huye de nosotros. Cree que escapa de este vínculo.Pero está equivocada. Es nuestra. Siempre lo ha sido.Cierro los ojos y lo siento. Su miedo. Su deseo. Su angustia.No durará mucho.Y cuando la encontremos…La romperé. Despacio. Hasta que comprenda que nunca podrá dejarnos de nuevo.---HiedraLa noche aún cae. El frío muerde mi piel.Me pierdo en mis pensamientos. En sus recuerdos.Sus manos sobre mí. Sus bocas. Sus cuerpos, tan fuertes, tan violentos, tan tiernos a veces.Hui po
IvyLa luz apenas se filtra entre las hojas cuando abro los ojos. Mis músculos arden, marcados por mordiscos, arañazos, por la violencia de su deseo.Estoy tumbada contra Lyam, sus poderosos brazos rodeándome. Su calor me envuelve, casi me asfixia. Al otro lado, Kael todavía duerme, su torso desnudo expuesto, magnífico. En cuanto a Soren, está allí, sentado, mirándome, posesivo.Nunca duermen mucho. No cuando estoy aquí.Y esta mañana, lo siento… su hambre no está saciada.— Despierta, susurra Soren. No ha terminado.Mi garganta se aprieta. Mis muslos se cierran por reflejo, pero es inútil. Me quieren. Y yo también los quiero.Lyam gruñe en mi cuello, su voz grave y ronca:— ¿Crees que la noche borra lo que nos has hecho, Ivy?Sus dedos deslizan sobre mi cadera, subiendo lentamente entre mis muslos, rozando mi piel marcada.— Nos has vuelto locos. Ahora… te vamos a mantener aquí, hasta que no puedas más.Kael se despierta a su vez, sus ojos dorados brillando de hambre.— Es hermosa… M
IvyMe despierto envuelta en un calor suave, un capullo vivo. La tela ligera de las sábanas acaricia mi piel desnuda, pero son sus cuerpos alrededor del mío los que me tranquilizan. Ya no sé quién me sostiene, quién me acaricia a medias en su sueño.Corazones laten contra mi piel. Tres. Tres latidos sincronizados que resuenan como un recordatorio: soy su vínculo. Su centro.La habitación está bañada en una luz dorada. El fuego crepita suavemente en la chimenea. Me sorprendo sonriendo, dejándome llevar contra el pecho de Kael, que aún duerme, un brazo posesivo alrededor de mis caderas.Lyam está aquí también, despierto. Su mirada ámbar se fija en mí, intensa, pero extrañamente tranquila.— ¿Has dormido bien, mi reina? Su voz es un susurro ronco.Asiento sin poder hablar. Su mano se desliza en mi cabello, acaricia mi cuero cabelludo con una ternura que casi me duele.— Ya no tienes que huir, susurra.LyamEs hermosa, aquí, entre nosotros. Frágil y fuerte. Marcada por nosotros, y sin emb