Ivy
El viento fresco acaricia mi piel aún ardiente cuando dejamos el río. Mis piernas tiemblan, pero Kael me lleva contra él como si no pesara nada. Detrás de nosotros, Lyam y Soren avanzan en silencio, con miradas oscuras, orgullosas, como si el mundo entero les perteneciera.
Y tal vez sea cierto.
La manada nos espera en la mansión, pero ninguna palabra rompe el silencio. Ellos saben. Sienten lo que acaba de suceder allí, a orillas del río sagrado. Su sumisión es instintiva, visceral. Lo leo en sus ojos bajos, en sus respiraciones contenidas.
— Esta noche, murmura Kael en mi oído, finalmente te ven tal como eres. Su Reina. Nuestra Reina.
La gran puerta de la mansión se abre ante nosotros. Las llamas de las antorchas bailan, proyectando nuestras sombras sobre las paredes de piedra. La noche parece más densa, como si todo el universo se hubiera detenido por este momento.
Soren
La miro en los brazos de Kael. Mi garganta se aprieta. Nunca habría creído sentir esto por una humana. Pero el