Ivy
No sé cuánto tiempo he estado caminando.
El mundo a mi alrededor ha perdido sus contornos. El bosque se extiende infinitamente, poblado de sombras móviles, de murmullos apenas audibles. El hombre – o la bestia, ya no lo sé – me arrastra en silencio. Su mano envuelve la mía con una fuerza tranquila. Inflexible. Irreal.Debería resistirme. Huir. Gritar.
Pero lo sigo. Lo sigo como si toda mi vida no hubiera sido más que un largo camino hacia ese momento.El viento se desliza por mi cabello. El olor de la tierra húmeda, de las hojas muertas, de la sangre seca me revuelven el estómago.
Y, sin embargo, mi cuerpo pide más. Más de él. Más de esa presencia que me envuelve, me devora.— ¿A dónde me llevas? susurro.
Su voz resuena en la noche.
— A casa.
Un escalofrío me recorre.
— ¿Quién eres… realmente?
Se vuelve hacia mí. Su rostro es hermoso. Terriblemente hermoso. Pero inhumano.
Su piel parece vibrar con un brillo febril. Sus ojos… esos ojos dorados me consumen.— Somos los que te esperaban. Aquellos que tu sangre llamaba.
Sacudo la cabeza, con la garganta apretada.
— Soy humana. Nunca he…
Se detiene. Se inclina hacia mí. Su aliento ardiente roza mi piel.
— No, Ivy. Nunca has sido realmente humana. Llevas en ti una maldición. O un don. Todo depende de lo que elijas hacer con ello.
Me quedo paralizada, incapaz de hablar.
Y la marcha continúa.
El bosque se abre de repente a un abismo. Un agujero enorme en la tierra. Las tinieblas se escapan de él como un aliento helado.
— Ahí.
Él señala la oscuridad.
— ¿Quieres que baje allí?
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
— No hay vuelta atrás. No para ti. No ahora.
Tiemblo. Pero no me deja opción. Sus brazos me envuelven, y caemos juntos en la noche.
La caída es vertiginosa.
El suelo desaparece. El cielo también.No hay más que esta oscuridad profunda que me traga por completo.
Quiero gritar.
Pero ningún sonido sale de mis labios.Luego la luz vuelve. Débil. Rojiza.
Antorchas alineadas en muros de piedra rugosa.El aire está saturado de calor, de sangre, de miedo.
— ¿Dónde estamos?
Su voz se vuelve más grave.
— En la cueva. La nuestra. La tuya.
Frunzo el ceño.
Siluetas se desprenden de las sombras. Tres hombres. Inmóviles. Inmensos. La misma mirada dorada. La misma potencia contenida.
Me observan en silencio.
— Ivy, susurra. Este es Lyam, Kael y Soren. Mis hermanos. Aquellos que ya conoces… en tus sueños.
Mi corazón se detiene.
Uno de ellos avanza. Lyam, lo reconozco. Su rostro es más duro, más salvaje. Extiende la mano hacia mí, sin una palabra.
Retrocedo.
— ¡No me toquen!
Pero Lyam gruñe. Un sonido gutural que resuena contra los muros de piedra.
— Ella tiene la sangre. Lo sentimos. Ya arde por dentro.
Kael se acerca también. El más alto, el más frío. Sus ojos me atraviesan.
— Has abierto la puerta, Ivy. Ya no puedes cerrarla.
Aprieto los puños.
— ¡No he pedido nada! ¡Quiero irme!
Una risa áspera se eleva. Soren. El último. Se adelanta, lento, felino.
— Eso es falso. Quieres comprender. Quieres saber qué te quema cada noche. Este vacío que nada llena. Eres nuestra. Desde siempre.
Retrocedo, chocando contra la pared helada.
— ¿A ustedes?
Me rodean. Sus presencias me aplastan.
— Naciste para esto, Ivy, murmura el primero. Para nosotros. Para la manada.
Me ahogo.
— ¿Qué son ustedes? ¿Lobos? ¿Monstruos?
Kael sonríe.
— Sombras. Garras. Colmillos. Recuerdos de otro tiempo. Nos llaman como quieren. Pero lo que importa… es este vínculo.
Grito.
— ¡No tengo ningún vínculo con ustedes!
Lyam se acerca tan cerca que siento su aliento en mis labios.
— Tu corazón miente, Ivy. Tu cuerpo ya nos reclama. Lo sientes, ¿verdad?
Desvío la mirada. Pero tiene razón.
Mi piel estremece. Mi garganta está seca. Los deseo. A todos.Y eso me aterra.
— ¿Por qué yo?
Soren se ríe.
— Porque eres la última. La clave. Aquella que puede liberarnos… o condenarnos para siempre.
Sacudo la cabeza.
— No…
— Sí, Ivy. Y pronto, lo entenderás. La primera luna se acerca. Tu transformación comenzará. Y entonces… no habrá escape.
Me desplomo en el suelo, incapaz de luchar.
Las lágrimas me arden en las mejillas.Se arrodillan a mi alrededor, como depredadores rodeando a su presa.
Y en la sombra, una voz se eleva, grave, implacable:
— Prepárenla. La caza apenas comienza.
La piedra es fría bajo mis rodillas. Mis manos aún tiemblan.Me rodean, sus sombras estirándose bajo la luz rojiza de las antorchas.
No me atrevo a moverme. Ni a respirar.
Lyam es el primero en acercarse. Su mirada muerde mi piel como una mordida invisible.
— Ya sientes los efectos, ¿verdad?
Aprieto los dientes.
— No.
Una mueca retuerce sus labios.
— Miente otra vez, Ivy.
Roza mi brazo. Su mano es ardiente. El contacto envía una onda de choque a través de mi cuerpo, desatando algo que estaba dormido bajo mi piel.
Retrocedo bruscamente.
— ¡Para!
Pero sé que tiene razón.
Hay un calor insidioso, esta fiebre creciente que me devora por dentro. Mis venas arden. Mis pensamientos se entrelazan.
Mi cuerpo ya no me pertenece.
Kael se acerca también, más medido, más glacial. Se agacha frente a mí, su mirada fija en la mía.
— Tu sangre se despierta, Ivy. Resiste si quieres, pero eso no cambiará nada.
Sacudo la cabeza.
— Nunca quise esto.
— Sin embargo, estás aquí.
Coloca dos dedos bajo mi mentón, levantando mi rostro hacia él.
— Sientes la llamada, ¿no es así?
No respondo.
Soren estalla en risa.
— Su olor cambia.
Se inclina sobre mí, sus labios rozando mi oído.
— Ella ya es nuestra.
Me ahogo.
Los latidos de mi corazón resuenan en todo mi cuerpo.
Todo se acelera.
Todo se tambalea.
Lyam agarra mi mano y la coloca sobre su pecho desnudo. Su piel es ardiente. Palpitante.
— Siente eso, Ivy. Nuestros corazones laten al mismo ritmo.
Es verdad.
Un escalofrío de terror recorre mi espalda.
Quiero escapar. Alejarme.
Pero una fuerza más grande que yo me lo impide.
Están demasiado cerca. Demasiado intensos.
Y este fuego dentro de mí…
Solo crece.
— ¿Qué me han hecho? susurro.
Soren sonríe.
— Nada. Eres tú la que se está despertando.
Quiero gritar.
Pero mi voz se ahoga en mi garganta.
El calor se vuelve insoportable.
Me desplomo sobre el suelo de piedra, mis uñas hundiéndose en la tierra dura.
Algo está cambiando en mí.
Algo que no controlo.
— Es normal, Ivy, susurra Kael. Está comenzando.
Siento sus manos sobre mí. Calientes. Possesivas.
Me rodean.
Me envuelven.
— Déjalo pasar, ordena Lyam. No luches.
Pero no puedo.
El dolor explota en mi cabeza.
Mi visión se nubla.
Y todo se vuelve negro.
---Despierto de un salto.
Mi piel está cubierta de sudor. Mis músculos me duelen.
Pero eso no es nada comparado con el hambre que me destroza el estómago.
Respiro con dificultad.
— ¿Qué…?
Kael está sentado cerca de mí. Silencioso. Observador.
— Te sientes mejor.
Sacudo la cabeza.
— ¿Qué me está pasando?
Lyam se acerca, su mirada ardiente.
— Sientes la sed, ¿verdad?
Trago saliva.
Un rugido sordo sube por mi garganta.
No entiendo.
Tengo hambre. Un hambre que no tiene nada de humana.
Kael extiende la mano.
— Toma esto.
Es un trozo de carne cruda. Sangrienta.
Hago una mueca.
— No.
— Lo necesitas.
Sacudo la cabeza.
— No soy… como ustedes.
Un silencio.
Luego Soren se agacha frente a mí, su sonrisa carnívora iluminada por las antorchas.
— Ya lo eres.
Desliza un dedo por mi labio inferior.
— Mira.
Bajo la mirada.
Mi aliento se corta.
Colmillos.
Largos colmillos afilados sobresalen de mis labios.
Me paralizo.
No.
Es imposible.
Tiemblo.
Lyam coloca una mano en mi nuca, obligándome a levantar el mentón.
— Acepta, Ivy.
Quiero gritar. Huir.
Pero no puedo.
Porque en el fondo de mí…
Sé que tiene razón.
Y que nunca volveré a ser la misma.
IvyEl motor ruge mientras el coche se adentra en la larga carretera flanqueada por árboles centenarios. La atmósfera cambia. El aire parece más denso, más cargado.Miro por la ventana, con el corazón a flor de labios.— ¿A dónde vamos? mi voz tiembla.Lyam me lanza una mirada por el retrovisor, con una sonrisa ladeada.— A casa.Kael, a mi derecha, se limita a fijar la vista en el horizonte, con un rictus satisfecho en los labios.— Finalmente verás quiénes somos realmente, Ivy.Soren no dice nada. Su mirada de acero no me deja en paz ni un segundo.El coche se detiene frente a unas inmensas rejas forjadas con el emblema de un lobo.Dos siluetas aparecen de inmediato. Grandes hombres, macizos, que se inclinan en cuanto ven a los trillizos.— Alfas, murmura uno de ellos. Bienvenida a casa.Un escalofrío me recorre.Salimos del coche, yo detrás de ellos, dudosa.Las rejas se abren con un chirrido pesado.Y descubro la extensión de su territorio.Un inmenso dominio se extiende ante mí.
IvyEl sol desciende lentamente, bañando el dominio con una luz dorada. Camino en silencio, entre ellos. Mis piernas todavía tiemblan de esta visita, de esas miradas que se posaban sobre mí como si ya me pertenecieran.Al llegar frente a la inmensa construcción, Kael empuja las pesadas puertas de madera tallada. El interior es aún más impresionante: paredes de piedra clara, candelabros de hierro forjado, pieles de bestias tiradas en el suelo. Todo respira riqueza... y poder.— Ven.Lyam me agarra suavemente de la mano y me lleva al piso de arriba.— Debes ver tu habitación.Mi habitación. Esas palabras resuenan extrañamente.Soren sigue en silencio, su mirada pesada sobre mi nuca.Se detienen frente a una puerta masiva. Kael me sonríe, burlón.— ¿Lista para descubrir tu nuevo mundo, Reina?Trago y asiento con la cabeza.La puerta se abre.Quedo paralizada.La habitación es inmensa. Cortinas oscuras caen de las paredes hasta el suelo. Una ventana da a la selva. Pero es esa cama la que
HiedraLa noche cayó sobre la ciudad. Una noche pesada, densa y casi palpable.Camino entre ellos: Lyam, Kael, Soren. Su presencia me interrumpe, y la multitud que se abre frente a nosotros me abre paso. Docenas, no... cientos de miradas robadas en mí.Todos los lobos. Todos sus súbditos.Elenna y Myra me adornaron como a una reina. El vestido blanco se desliza sobre mi piel, delgado, casi irreal. Mi cabello, suelto, cae en cascada sobre mi espalda.La plaza central es enorme, pavimentada con piedra clara. Un trono esculpido, viejo, majestuoso.Lyam toma mi mano, firmemente.—Quédate cerca de nosotros. No dudes. Esta noche te conviertes en una de los nuestros.Trago saliva.—¿Qué pasa si no estoy lista?Kael sonríe, insolente.—Demasiado tarde para eso, hermosa. Ya eres nuestra.Soren no dice nada. Pero su mirada me atraviesa, ardiente, posesiva.Me llevan al centro, frente a su gente. Tiemblo. El susurro que se levanta me marea. Algunos me observan con curiosidad. Otros, con una devo
IvyLa luz se filtra suavemente a través de las inmensas ventanas de la habitación. Mi cuerpo adolorido me recuerda cada instante de la noche. La mezcla de sus pieles, de su deseo… Todo sigue ahí, grabado en mi carne.Siento brazos a mi alrededor. Cuerpos contra el mío.Lyam duerme a mi izquierda, su rostro apacible. Kael ronronea casi contra mi nuca, posesivo incluso en su sueño. Soren está ahí, en un rincón, pero sus dedos rozan distraídamente mi cadera, como si verificara que no me he escapado.No me atrevo a moverme. Es irreal. Ayer era solo una humana ordinaria… Y aquí estoy ahora, acostada en su cama, marcada, unida.LyamMe despierto primero, acostumbrado al amanecer. Ella está aquí. Sigue aquí.Sonrío contra su cabello. Su respiración es ligera, temblorosa. Tiene miedo. Y tiene razón. Pero ya no es cuestión de que se vaya. No ahora.Deposito un beso en su hombro desnudo. Su piel aún lleva las marcas de mi mordida. De nuestra unión.— Despierta suavemente, Ivy… Ya no necesitas
IvyLa luz de la mañana me despierta suavemente. Mi cuerpo aún está entumecido, marcado por la noche salvaje que me han impuesto. Siento cada mordida, cada caricia estampada en mi piel. Y, sin embargo… una extraña serenidad me invade.Todavía duermen, Kael a un lado, Lyam al otro, Soren sentado al borde de la cama, con los ojos perdidos en mí.— Despierta —murmura—. Es hora de descubrir lo que ahora te pertenece.Frunzo el ceño, incapaz de entender lo que quiere decir.— ¿Lo que me pertenece?Una sonrisa casi tierna roza sus labios.— Ven.Me levanto, envuelta en una sábana de seda que me tiende. Mis piernas aún tiemblan, pero Soren me sostiene y me lleva a ducharme, luego me ayuda a vestirme.Juntos, dejamos la habitación.El edificio es inmenso. Un verdadero mansión, o tal vez un palacio. Las paredes de piedra oscura, las tapicerías antiguas, todo respira riqueza y poder.Las sirvientas se inclinan a mi paso. Bajan la mirada, me susurran "Mi Reina".Siento que mis mejillas se sonroj
SorenLa observo sentarse. Su timidez la hace aún más hermosa. Sus manos se aferran a sus rodillas. Apenas mira a los demás miembros de la manada, como si temiera cruzar su mirada.— Relájate, susurra Lyam, posando una mano posesiva en su nuca. Nadie aquí se atreverá a hacerte daño.Sé que ella lucha. Pero está aprendiendo. Se adapta. Y pronto… reinará.LyamCorto un trozo de carne y lo llevo a sus labios. Ella se sonroja, pero obedece, cierra la boca lentamente. Este simple gesto me vuelve loco.Me inclino. Mi voz se vuelve más baja, solo para ella.— Sabes que te están mirando. ¿Sientes sus deseos? Eres la suya… pero sobre todo, la nuestra.Advierto su respiración entrecortada. Su mirada se nublada. Sonrío.— Come, Ivy. Luego tenemos toda la noche.IvyMe esfuerzo por tragar. La carne es tierna, jugosa, pero tengo la garganta seca. Sus miradas sobre mí me queman la piel. Me siento vulnerable, expuesta.Algunas mujeres de la manada me lanzan miradas extrañas. Ni hostiles ni benevolen
IvyEl viento fresco acaricia mi piel aún ardiente cuando dejamos el río. Mis piernas tiemblan, pero Kael me lleva contra él como si no pesara nada. Detrás de nosotros, Lyam y Soren avanzan en silencio, con miradas oscuras, orgullosas, como si el mundo entero les perteneciera.Y tal vez sea cierto.La manada nos espera en la mansión, pero ninguna palabra rompe el silencio. Ellos saben. Sienten lo que acaba de suceder allí, a orillas del río sagrado. Su sumisión es instintiva, visceral. Lo leo en sus ojos bajos, en sus respiraciones contenidas.— Esta noche, murmura Kael en mi oído, finalmente te ven tal como eres. Su Reina. Nuestra Reina.La gran puerta de la mansión se abre ante nosotros. Las llamas de las antorchas bailan, proyectando nuestras sombras sobre las paredes de piedra. La noche parece más densa, como si todo el universo se hubiera detenido por este momento.SorenLa miro en los brazos de Kael. Mi garganta se aprieta. Nunca habría creído sentir esto por una humana. Pero el
IvyNo puedo dormir.Cada noche, es la misma caída. Un abismo sin fin donde me pierdo, donde me entrego sin pudor, sin control.Están ahí. Kylan, Lysander, Orion. Siempre. Como si hubieran invadido mis sueños, tejido sus cadenas en mi inconsciente. Me abrazan, me besan, me devoran. Sus garras deslizan sobre mi piel desnuda, sus colmillos muerden mi carne hasta que me arqueo, ofrecida, consumida.Despierto empapada en sudor, las sábanas pegadas a mi cuerpo tembloroso. Mi respiración es errática, mi entrepierna húmeda de un placer que me da vergüenza. ¿Lo peor? Aún siento sus manos sobre mí. Su olor en mi piel. Y esas marcas… esas raspaduras bien reales en mis caderas, esos moretones en el hueco de mis senos.Paso mis dedos sobre ellas, helada. Ya no son simples sueños. Me tocan. De una manera u otra, cruzan la frontera de lo real.Y por la mañana, me observan. Los tres. Con esa chispa en los ojos. Como si supieran. Como si hubieran estado ahí.Lo sé ahora. Tienen acceso a mis sueños. A