Horas más tarde, para ser exacto en la madrugada La puerta del refugio se abrió con brusquedad. Demian entró, su traje de alta costura estaba rasgado y sucio de ceniza y la sangre seca de sus enemigos. Sus ojos, aún encendidos por la furia de la venganza, buscaban desesperadamente a su Luz. Había destrozado a sus rivales por ella, y ahora necesitaba su calidez para enterrar al Demonio.
En el salón, en lugar de encontrar una sala de guerra o a la Emperatriz entrenando, encontró una escena inaudita:
Valeria estaba sentada en el sofá, llorando desconsoladamente. No eran sollozos silenciosos; eran gemidos dramáticos y ruidosos, como los de una niña pequeña a quien le han quitado un juguete. Elena Vieri y Claudia la observaban con una paciencia inusual. Sara estaba reclinada en un sillón, tapándose la boca para reprimir la risa.
Demian: (Deteniéndose en seco. La violencia y la furia de la guerra se congelaron ante el absurdo de la escena) __¡¿Qué diablos está pasando aquí?! ¡¿Estás h