Apenas cinco minutos después de la orden de Demian, sus hombres regresaron. No tuvieron que asaltar la fábrica; solo amenazaron a un repartidor y le confiscaron toda la caja de helado de pistacho que llevaba.
Demian le entregó el primer bote a Valeria. Ella dejó de llorar instantáneamente, abrió el bote con frenesí y comenzó a comer con una concentración casi salvaje. La calidez había regresado, pero el humor estaba a flor de piel.
Demian, aún cubierto de ceniza y con la ropa rasgada, se sentó a su lado, hipnotizado por la intensidad con la que ella devoraba el postre.
Demian: (Intentando robar una cucharada) "Déjame probar un poco, Luz. No he comido nada en doce horas."
¡ZAS! Valeria le pegó un manotazo a Demian en la mano, un golpe inesperado.
Valeria: (Con una mirada de furia absoluta, protegiendo su tesoro) __¡No! ¡Es mío! ¡Ve y consíguete el tuyo Rico hasta por los codos y me saca mi helado, Demonio! ¡Si no lo pides, no lo tocas! ¡Consentimiento, Demian!"
Sara estalló en carcajad