Narración en Tercera Persona
Hoy era el día en que Eliana salía del hospital.
El mayordomo dijo que había pasado por la casa solo un momento y se había ido apresuradamente.
Roberto y Alejandro habían llamado varias veces, pero no lograban comunicarse con ella.
Se sentaron frente a frente en el sofá; Alejandro arrojó el teléfono sobre la mesa, visiblemente molesto:
—¿El celular sirve de adorno? ¿Ese mal hábito de no contestar lo aprendiste de Eliana?
—Sabes perfectamente quién la malcrió —dijo Roberto con calma, sacando un puro.
Paola salió de la habitación, apurada.
—¡Mi collar de esmeraldas y la corona de cuarzo rosa han desaparecido! —Hizo un gesto a los sirvientes, que se acercaron inmediatamente—. Señor, algunas de sus pinturas de la biblioteca también faltan, y hay muchas otras cosas valiosas que han desaparecido de la casa.
Roberto frunció el ceño.
—¡Ustedes no cuidan nada, ni siquiera su propia casa! ¿Qué diablos está pasando?
—¡Roberto, no es culpa de los sirvientes! —Paola se