Miguel frunció el ceño, mirando de reojo a su padre. Sabía que no podía seguir pujando a ese nivel sin consecuencias.
—No podemos ir más allá de eso —susurró el señor Sinisterra con dureza.
Pero Allison, al notar que estaban perdiendo la subasta, puso su mejor expresión de tristeza y tiró suavemente de la manga de Miguel.
—Por favor… —susurró con voz lastimera—. Es mi regalo de cumpleaños. Son perfectos para mí.
Miguel dudó por un instante, pero antes de que pudiera decir algo, su padre lo interrumpió con un tono severo.
—Basta, Allison —espetó el señor Sinisterra—. No vamos a gastar una fortuna en algo tan insignificante.
Allison abrió los ojos con incredulidad, pero no se atrevió a replicar. Su mandíbula se tensó mientras dirigía una mirada resentida hacia la persona que había hecho la oferta ganadora.
Leonardo apretó la mandíbula al ver cómo el desconocido duplicaba la oferta sin dudarlo. Llevaba la mano al número de postor cuando sintió el toque suave pero firme de Alanna en su mu