Desde el otro extremo del salón, Leonardo caminó con su elegancia habitual. Iba sin caja, sin moño, sin carpeta. Solo con un sobre negro y su expresión seria, determinada. Todos se hicieron a un lado, como si algo en su porte anunciara que nadie debía interrumpirlo.
Se detuvo frente a Alanna, la miró a los ojos, y dijo en voz baja —pero lo suficientemente alta como para que varios oyeran—
—Este es mi regalo para ti. Espero que esté a la altura de lo que representas en mi vida.
Le entregó el sobre. Alanna lo abrió con cautela… y leyó.
Primero, su corazón se aceleró.
20% de las acciones de la empresa Salvatore..
—Leonardo… —murmuró, atónita.
—No termina ahí —intervino él—. También hay escrituras a tu nombre. Dos villas, una en Costa Amalfitana y otra en Punta Cana. Y además… —respiró hondo— el hotel boutique que alguna vez soñaste diseñar. Ahora es tuyo. Lo compré hace semanas. El personal te espera.
Un silencio sepulcral cayó en el salón.
Allison parecía a punto de desmayarse. Todos es