22. Una sospecha...
Capítulo 22. Una sospecha en carne viva
El amanecer no entraba con la misma calidez que en la villa. El sol estaba oculto tras las cortinas gruesas y el aire era estéril, cargado de desinfectante y un silencio clínico que lo volvía más pesado. Mariana abrió los ojos despacio, sintiendo primero el ardor extendido por todo su cuerpo. Apenas mover los dedos le dolía. Sus labios estaban resecos y el brazo derecho cubierto de vendajes, igual que sus piernas y hombros. La sábana le raspaba la piel en carne viva.
Quiso girar la cabeza y ahí lo encontró. Emiliano estaba sentado en una silla junto a la cama, inclinado hacia adelante, con el brazo apoyado sobre la orilla, la frente sostenida por su mano. Dormía, aunque el ceño fruncido decía que ni en sueños ese hombre podía encontrar la paz.
Ella contuvo la respiración.
Nunca lo había visto así, se veía agotado, con la misma camisa del día anterior toda arrugada y los botones mal abrochados, como si hubiese pasado toda una vida entera cuidándo