Capítulo 19. Frialdad en los pasillos. Parte IICuando el reloj marcó las cinco de la tarde, Melisa decidió salir un momento a despejarse. Caminó hacia la pequeña cafetería del edificio y pidió un café doble, intentando ahogar en cafeína la maraña de emociones que la estaban asfixiando.Se sentó en una mesa apartada y dejó que la mente viajara libremente, por primera vez desde que bajaron del avión.Recordó el momento en que Sebastián la había mirado en la playa, como si fuera un milagro prohibido, cuando estaban juntos tendidos en la cama aun sin tener contacto íntimo, como le susurro que sabía que era ella la mujer que estuvo con él en aquel hotel.Recordó cómo había acariciado su mejilla antes de besarla, como si temiera que ella saliera huyendo de ahí.Recordó cómo sus cuerpos se habían encontrado, una y otra vez, como si el universo entero hubiera conspirado para unirlos.-- ¿Todo eso había sido un juego para él? – se pregunto en voz alta, intentando pensar si alguien podría fing
Su abuela Catalina, no había querido seguir discutiendo con su nieto. Ella creía fielmente en las imagines que Mariel le había se había encargado de enviarle, asi que prefirió responderle a Sebastian enviándole a su teléfono la foto que tanto había mirado ella y su esposo Don Santiago Novak.Cuando Sebastian recibió la imagen que su abuela le envió se atragantó de horror.Era él.En la playa.De espaldas, y en sus brazos... estaba una Melisa coqueta en bikini, con su cabello de color de la nuez volando libre con el viento, riendo con esa risa cristalina que lo había perseguido en sueños.Sebastian no lo podía creer, pensó durante todo ese tiempo en la única tarde que se habían escaparon a pasear por la orilla del mar, que se iba a imaginar que las cosas terminaran como lo hicieron, o peor aún que alguien le haya tomado una fotografía asi… Melisa aferrada a su cuello como si no existiera nada más en el mundo que ellos dos.Luego de haber caminado por una hora sin saber que hacer, vuelv
Melisa lo observó durante un largo segundo, en ese segundo, todas las imágenes de las noches que habían compartido, de las caricias, los besos, las miradas, todo desfilo ante sus ojos.La idea de sentarse a la mesa fingiendo ser su novia... era peligrosa. Mucho más de lo que Sebastián podía imaginar. Pero también era deliciosa.Melisa sonrió, de forma maliciosa al pensarlo. ¿Qué puedo perder? ¿Quizás consiga hacerle saber que se equivoco al menospreciarme?-- Está bien – le dijo, aceptando la propuesta. Sebastian parpadeo sorprendido, había pensado que lo mandaría por un tubo, pero oírla decir sí, se sintió bien.-- ¿Así de fácil?, ¡En serio! ¿No te vas a arrepentir después? – ella negó,-- Digamos que me debe muchas explicaciones señor Novak. Y si esto me da un poco de ventaja… -- lo miró con una sonrisa torcida-- La voy a aprovechar, pero eso sí, lo haré, con una condición – Sebastián frunció el ceño, luego sonrío con esa sonrisa que hacia que a ella se le apretara el estómago.--
A la mañana siguiente, Sebastián llegó temprano a la oficina, aunque no pudo concentrarse del todo. Tenía la imagen de Melisa riendo, hablando con sus abuelos, fingiendo con una naturalidad que lo confundía. No sabía en qué momento se había vuelto tan consciente de sus gestos, de su olor, de la forma en que cruzaba las piernas cuando se sentaba frente a él.Melisa llegó unos minutos después, sin lentes y con el cabello suelto. Sebastián levantó la vista sin querer, y sintió una punzada en el estómago, se había quedado a propósito en el lobby para verla llegar.-- Buenos días, señor Novak – lo saludó ella, con su voz habitual.-- Buenos días, Hart – le respondió él, secamente.Ella lo miró un segundo más de la cuenta, pero luego siguió su camino a su escritorio. Tal vez era mejor que las cosas volvieran a su lugar.Tal vez...Sin embargo, las cosas no tardaron en descontrolarse nuevamente.Durante el almuerzo, Sebastián recibió una videollamada de su abuela.-- ¡Sebastián! ¿Dónde está
El lunes por la mañana, la oficina parecía un mundo aparte. Sebastián estaba distante, frío, volviendo a ese jefe inalcanzable que Melisa había conocido los primeros días. Pero ella no podía ignorar que había algo más. No era solo profesionalismo... era tensión. Una tensión que crecía más y más dentro de él.Ese día, mientras organizaban unos documentos en la sala de reuniones, sus manos se rozaron.Melisa se alejó un paso, consciente del estremecimiento que la recorrió.-- No deberías seguir jugando con fuego – le dijo sin mirarlo.-- ¿Y si me gusta quemarme? – le respondió él, con voz ronca.Melisa giró para encararlo. La cercanía era peligrosa. Sus labios estaban a centímetros. Él levantó la mano, apenas rozando su mejilla. Y entonces la puerta se abrió, era Daniel, su asistente.-- Sebastián, hay una llamada urgente de tu ex… Mariel – le informó. La burbuja explotó. Melisa se alejó de inmediato. Sebastián, molesto, asintió y se fue sin decir nada, él mismo había estado llamando a
Una vez dentro, doña Cata se acomodó en la cabecera de la mesa como si estuviera en la mansión Novak, cruzando las piernas y retirándose las gafas. Don Santiago se sentó junto a ella, mientras Melisa y Sebastián tomaban lugar al frente, uno al lado del otro, como si fueran a presentar un balance trimestral… o anunciar su compromiso.--Bueno, expliquen – le dijo Cata directamente. -- Queremos saber cómo va su relación en este entorno tan... corporativo. ¿Se ven mucho? ¿Comen juntos? ¿Toman café? ¿Tienen nombres secretos por interno? –--Abuela… —Sebastián respiró hondo, sin saber si reír o llorar. -- Estamos en horario laboral –--Y por eso mismo queremos ver cómo se manejan. Queremos asegurarnos de que esto no es solo un capricho pasajero – añadió Santiago, sonriéndole a Melisa como si ella fuera la última galleta de la caja.Melisa sintió que le ardían las mejillas. Quiso hablar, pero Sebastián la interrumpió, poniéndole una mano sobre la suya, un gesto que confundió incluso a él mis
Melisa obedeció, y solo cuando la puerta se cerró detrás de ella, Sebastián se dejó caer en su silla con un largo suspiro.-- No puedo creer lo que acaban de hacer –-- Tus abuelos son una hermosa arma de destrucción masiva – le dijo Melisa, quien se dejó caer en la silla frente a él. -- ¿Cómo se les ocurrió aparecerse aquí? –-- No tengo idea. Pero me queda claro que no se tragaron nuestra farsa – gruñó él y Melisa suspiro dudosa.-- ¿Estas seguro de eso? – él asintió.-- No solo eso. Ellos vinieron a propósito solo para lanzarnos al ruedo como si fuéramos una pareja oficial. Y ahora… todos lo creen. Al final se salieron con la suya – dijo él y Melisa abrió los ojos pensando que ese par de ancianos era más peligroso que su nieto.Sebastián se frotó la frente con un gesto cansado.-- Ahora no podemos desmentirlo sin hacer el ridículo. Y si lo negamos, ellos volverán con más fuerza –Melisa lo miró, sin decir nada. El ambiente estaba cargado. No solo de rumores y nerviosismo, sino tamb
Sebastián no soportaba la espera.Miró por décima vez la pantalla de su celular. Ningún mensaje. Ninguna llamada. Ninguna señal.Había salido a buscar a Melisa en su cubículo, pero no la había encontrado, estaba desesperado imaginando lo peor. Se levantó de golpe, empujando la silla hacia atrás con tanta fuerza que la hizo chirriar contra el suelo.-- Basta – murmuró para sí mismo.No iba a quedarse allí como un idiota, mirando el teléfono, mientras ella se deshacía por su culpa. Si la había hecho sentir como una opción, si la había dejado creyendo que no le importaba… entonces era su responsabilidad buscarla. Enfrentarla. Escucharla. Pedir perdón.Salió de allí a paso firme.Conforme avanzaba los murmullos se apagaban a su paso. Todos notaban su expresión decidida, como una tormenta contenida en un traje de lujo hecho a medida. Su mirada buscaba la de Melisa, su ritmo apurado lo decía todo.--¿Han visto a Melisa? – le preguntó a todo aquel que se cruzaba en su camino, sin detenerse.