44.
Yo me quedé ahí de pie, sin saber qué hacer o qué decir. Estaba confundida, sin energía, como si algo me hubiese de arenado toda la fuerza.
— Ven aquí — dijo él, extendiendo su brazo hacia mí.
Yo tuve el impulso de levantar mi mano y tomarla. ¿Aún podía confiar en él? ¿Lo podía confiar en el hombre que amaba? No estaba segura.
— ¡Ya déjala en paz, Cristo! — alguien frente a nosotros.
Cuando yo volteé a mirar, me topé con los clarísimos ojos de Valentín. Estaba en una celda frente a nosotros con otros dos hombres que yo no conocía. Valentín corría hasta los barrotes y estiré la mano para intentar alcanzarlo. Él hizo lo mismo, pero estábamos demasiado separados por un largo pasillo.
— ¿Qué pasó? — pregunté.
Él se encogió de hombros.
— Nos atacado la gente del Bosque. Ahora somos prisioneros.
— ¿A todos? ¿Dónde está Sirius? — pregunté.
— Aquí estoy.
Entonces, cuando volteé a mirar hacia donde estaba mi amigo, fui consciente del espacio que nos rodeaba: era un grupo de cel