113.
Necesitaban encontrar la forma de llegar hasta Alexander.
Tenía que hacerlo, tenía que llegar con él y enfrentarlo. Pero sabía cómo eran sus movimientos. Era un cobarde. Siempre lo había sido. Acumulado por el poder de la luna madre, tuvo la rebeldía de enfrentarme porque sabía que, envenenado, podría ganarme. De lo contrario, no. Así que yo estaba seguro de que él buscaría cualquier alternativa para evitar el enfrentamiento, cualquier excusa.
No me daría la cara. Sabía que no lo haría. Tenía que encontrar la forma perfecta de usar la presión de la manada en su contra.
Así que salí del palacio, envuelto en una sábana blanca, y caminé hacia la frontera, donde el domo separaba la ciudad de la tormenta. Este... Pensé en Alicia y deseé de verdad que le estuviera yendo bien en su viaje, que lograra encontrar la forma de mover la tormenta eterna a su voluntad. Pero me preocupaba. Ella. Su seguridad.
Me detuve en el borde del domo y extendí mi mano hacia él. Pude tocarlo. Se sentía cálido, e