Al día siguiente, Gregorio despertó con una mezcla de nervios y euforia.
En sus manos tenía la noticia que esperaba con ansias: habían ganado la licitación más codiciada del país.
Su corazón latía acelerado, sintiendo que todo ese esfuerzo finalmente daba frutos.
Pero, en realidad, todo se lo debía a Abril, la brillante economista que lo había respaldado en cada paso, la única capaz de abrir la puerta con los Dubois, la familia más rica y poderosa que él había intentado conquistar durante años sin éxito.
Mientras él celebraba en su mente, en la oficina, Abril continuaba trabajando con la mirada fija en la pantalla.
La puerta se abrió de golpe y Gregorio entró sin avisar, con ese aire severo que siempre mostraba cuando quería marcar territorio.
—Hemos ganado la licitación para trabajar con la empresa Dubois —dijo con voz dura, intentando parecer triunfante, pero sin disimular un dejo de arrogancia.
Abril giró su silla y lo miró con una sonrisa cargada de ironía.
—¿Gracias a mí?
Gregori