Lía se desplomó en el suelo, con el vestido arrugado bajo ella. Parecía una mujer recién hecha pedazos, con lágrimas corriendo por sus mejillas y sollozos rebotando por los escalones del juzgado.
—Jugaste a ser la inocente —le dije con frialdad—, pero nunca lo fuiste. Mentiste. Me culpaste por lo que tú hiciste. Y ahora... solo estás furiosa porque ya no puedes mantener enterrada la verdad.
Elías la sostuvo en sus brazos y me lanzó una mirada cargada de asco. Y también de algo más, de decepción. Como si fuera yo quien lo hubiera traicionado.
—Nunca creí que llegarías tan lejos —escupió—. ¿No te bastó con mandar ese audio? ¿Tenías que aparecer en persona? ¿Y traer a un matón para respaldar tu teatrillo?
—¿Todavía crees que estoy mintiendo? —me encogí de hombros—. Átenla a una máquina de la verdad y saldremos de dudas.
Me giré hacia Javier.
—¿Trajiste al tipo?
Asintió con la cabeza.
—No pensé que fuéramos a usarlo así... pero sí. Tranquila. Me aseguraré de que no tenga oportunidad de seg