157. El poderoso equipo de trabajo
No hace mucho que hablé con Giovanni. Me llamó apenas se oscureció el día, como siempre. Pero esta vez tenía a su hijo con él. El niño me saludó por el altavoz con una vocecita dulce que me estrujó el corazón. «Papá dice que tú eres su novia», me dijo, como si eso lo hiciera feliz a él también. Y lo sentí… tan ajeno a todo. A este caos en el que estoy metida.
Una vez termino de hablar con mi italiano favorito, cuelgo con una sonrisa tonta en los labios, sonrisa que se deshace en cuanto miro el reloj. Mañana es el día. Mañana Gabriel quiere esa jodida firma.
Apago las luces de la sala, arrastro los pies hasta la cama y me meto entre las sábanas con la absurda esperanza de dormir un poco. Pero el sueño no llega. Ni de cerca.
El techo de mi habitación ya está acostumbrado a mis desvelos. Lo miro como si pudiera darme alguna respuesta, pero él solo me devuelve el silencio. Le hablo. Le cuento mis opciones, aunque en realidad no tengo ninguna.
Conseguir la firma de Yonel no es el probl