156. Ya no soy libre
A estas alturas, ya son varios los días que llevo saliendo con Giovanni Paussini. Y sí, sé quién es. Sé a qué se dedica. No soy estúpida ni ingenua. Pero también sé lo que quiero... y lo que no.
No quiero saber nada de sus negocios. Nada de sus socios, de sus conflictos, de su mundo. Solo quiero esa parte suya que a veces me hace reír hasta llorar, la que me acaricia el rostro por las noches como si tuviera miedo de romperme, la que me hace sentir deseada, abrazada, viva.
Mientras él no mezcle mis días con sus noches oscuras, puedo seguir. Puedo seguir pretendiendo que lo que hay entre nosotros es solo eso: compañía, deseo y algo parecido al afecto.
Y él lo respeta… hasta ahora.
Las veces que Giovanni se queda en mi apartamento —y ya van varias— siempre termina llevándome por la mañana hasta la fábrica. Me deja justo en los estacionamientos, me da un beso rápido, a veces una nalgada juguetona y se marcha como si nada. Y yo me bajo como si no supiera que estoy caminando directo hac