Al verla negarse a aceptar la realidad, sonreí con desprecio —Sé con exactitud cómo es Carlos porque crecí junto a él durante más de diez años. Vivíamos en la misma casa, comíamos juntos, compartíamos todo juntos. Lo conozco tan bien que hasta sé cuántas veces va al baño cada día y cuándo tiene gases acumulados.
Usé las mismas palabras con las que Miguel acostumbraba burlarse de Carlos y de mí.
Beatriz se agacho, negando la situación y los hechos ocurridos con desesperación.
—No, no es así.
—Pruébalo si no me crees —dije con un tono un poco amenazante.
Se quedó mirándome paralizada, sin palabras, antes de alejarse y tambalear.
Observando su figura y recordando su comportamiento el día de hoy, dudé unos segundos antes de llamar a Carlos, olvidando así que no respondía a las llamadas de nadie.
—Sara —contestó apresurada.
Su voz me hizo reaccionar de inmediato. Pensando en la preocupación de todos y la enfermedad de Gabriel, exploté al instante —¿Dónde estás? ¿Qué edad tienes para desapar