Los ojos de Sergio se contrajeron con brusquedad y me aferré a él:
—¿Es eso?
—¿Por qué piensas eso? —me respondió con otra pregunta.
Estaba por decirle que Alicia lo había mencionado cuando la voz de Mariana de repente sonó a lo lejos:—¡Sara, tu celular no ha dejado de sonar!
Venía corriendo hacia nosotros, aunque no debía hacerlo por su corazón.
—¡Vale, ya voy! —me levanté apresurada de las piernas de Sergio y corrí hacia ella.
Era Alicia quien llamaba, y lo había hecho varias veces. Debía ser urgente.
—Señora —contesté.
—Sara, ¿por qué no contestabas? ¿Pasó algo? —preguntó Alicia nerviosa.
—No, es que no tenía el teléfono conmigo.
Alicia suspiró aliviada:
—Me asusté tanto que empecé de inmediato a imaginar cosas.
—La próxima vez lo tendré cerca —prometí obedientemente, y pregunté—: ¿Necesitaba algo, señora?
—¡Estoy furiosa! —exclamó de repente Alicia.
Sonreí levemente:
—¿Quién la hizo enojar? ¿Gabriel?
—Si él me hiciera enojar, lo mataría —mostró su lado feroz—. Es el imbécil de Carl