Pasaron algunos años más. Durante la ceremonia de premiación del Concurso Internacional Juvenil de Innovación Tecnológica, Angelo subió al escenario con un traje impecable.
Cuando recibió el trofeo de oro, la sala entera estalló en aplausos.
—Señor Vitale —dijo el presentador con una sonrisa, acercándole el micrófono—, ¿quiere compartir unas palabras con nosotros?
Angelo sostuvo el micrófono con firmeza. Su voz sonó clara, serena, llena de convicción:
—Gracias a mi madre. Ella es mi ejemplo a seguir.
Aplaudí con una sonrisa, justo cuando la pantalla de mi celular se iluminó con una noticia:
"La familia Russo del sur de Italia, acosada por deudas, liquida sus negocios principales. El Don, Lorenzo Russo, fue visto discutiendo acaloradamente con su esposa."
La nota venía acompañada de una foto tomada a escondidas: Lorenzo, desaliñado, con la barba crecida y la mirada perdida. Chiara, en un vestido arrugado y manchado, gritándole con furia.
Deslicé el dedo y cerré la noticia sin inmutarme.