31. Entre el caos y la felicidad
Los disparos siguen resonando, como si sus ecos estuvieran rebotando en cada rincón de la mansión. Me encuentro paralizada, con los ojos fijos en Dimitri mientras lo veo levantarse del sofá de un salto, buscando algo debajo de su chaqueta. De repente, veo el destello metálico: un arma. Mi corazón late aún más fuerte, casi dolorosamente. Él camina hacia la puerta con pasos rápidos y decididos.
—¡Marco! —grita, su voz cortando el ruido—. ¡Marco, contesta!
Silencio. Solo el eco de los disparos en el aire. Los dedos de Dimitri aprietan el arma con fuerza, sus nudillos blancos. Unos pasos pesados se escuchan al otro lado del pasillo, y aunque no los distingo con claridad, unas voces entrelazadas llegan hasta nosotros.
—¡Es la policía! ¡Está entrando la policía!
Siento una chispa de esperanza que enciende cada fibra de mi ser. La policía, finalmente. La salvación está cerca. Sin pensarlo, abro la boca y grito, mi voz rasgando el aire.
—¡Ayuda! ¡Por favor, estoy aquí!
Antes de que pueda conti