71. Pov Dan
La casa dormía.
El reloj de pared marcaba las once y cuarenta y dos cuando cerré la puerta del despacho, bajando el tono de mi voz para no despertar a Niki ni a la nena.
Encendí la lámpara del escritorio y el resplandor cálido iluminó los montones de carpetas apiladas junto al teléfono fijo. El resto era penumbra.
Marqué el número de Smith y esperé.
Una vez, dos… al tercer tono, su voz sonó al otro lado, grave y contenida.
—¿Alguna novedad? —pregunté sin rodeos.
—No muchas —respondió—. Acabamos de recibir el informe del laboratorio. El paquete estaba limpio. Sin huellas, sin ADN, sin rastros de fibras, nada.
Apreté la mandíbula.
—¿Y la etiqueta?
—Impresa desde un sistema genérico, pagada en efectivo en una sucursal de mensajería privada. Sin cámaras activas.
—¿Cómo que sin cámaras?
—Las estaban reparando desde hace tres días. Nadie se dio cuenta de la coincidencia hasta que revisamos.
Cerré los ojos un instante. Era demasiado conveniente.
—¿Quién lo entregó?
—Un hombre, según el