43. Pov Dan
Vi su silueta recortada contra la luz: Niki, con el camisón pegado al cuerpo por la humedad de la noche o por la tensión del día, y la tela era una membrana que dejaba entrever la forma de su figura. No fue como en una película; fue real y urgente y me atravesó. Por un segundo, me quedé congelado, sintiendo cómo algo en mi estómago se endurecía y, a la vez, se aflojaba. Y mi verga prácticamente vibró, como si el mismo canto de las sirenas la hubiera despertado, o la imagen de Niki recortada contra la luz en este caso.
Ella no habló. Entró como quien vuelve a un lugar que de pronto parece suyo. Caminó descalza, sin hacer ruido, y la luz dibujó un halo en torno a su cabeza. Cuando llegó a la cama se quedó un segundo en el borde, mirándome, buscando permiso o quizás confirmación. Tenía los ojos húmedos, las comisuras de la boca tensas. Se le veía exhausta, y sin embargo había en su mirada una decisión oscura, una mezcla de miedo y necesidad que me golpeó con fuerza.
—No te muevas —murm