—Buenos días princesas —Pía entra en la cocina con su característico buen humor matutino y esa voz suya cantarina—. Princesas y golfas asquerosas por supuesto.
Levanto la vista de mi notebook y ojeo sus muecas de asco y burla.
Con la nariz fruncida, echando lengua y arrugando el ceño se centra en nuestras tres compañeras de piso.
Todas de intercambio que llegaron de NorCorea, son de lo más retraídas, estiradas y obvio nunca, jamás se juntan con la chusma.
A duras penas nos saludan y never, never, never admiten compartir una reunión con nosotras.Me toco la oreja, aguantando la risa y le chito a mi amiga.
—No te escuchan.
Pía achina los ojos y se sirve una suculenta taza con leche y cereal.
—Mejor. Golfas, agrandadas, putísimas perras que ojalá reprueben todo el semestre y se tengan que volver a la China con el rabo...
—Corea del Norte —le corrijo, carraspeando.
—Eso —con el tazón en mano se viene a la barra en donde estoy sentada, chequeando la notebook y tomándome un té de mango y manzana—. Es lo mismo. Todos son jodidamente iguales.
—¡Pía! —la reto bajito.
—Sí —dice con cereal en la boca y leche escurriéndose por su comisura—. Es como es. Y las cosas como son. Y que me parta un rayo si me equivoco.
Con la cabeza me apunta a la ventana que da a la playa.
El sol mañanero parte la maldita tierra.
—¿Ves? No me equivoco.
—Buenos días mis oruguitas —Lula también se aparece, sacudiendo esos rizazos que ayer eran morados y hoy, son rojo carmesí.
Viene, me da un beso sonoro y fuerte en la mejilla y un pico a Pía.
No son nada.
A ambas les gusta el pito más que comer, pero es su chistosa forma de saludarse y a más de un sucio degenerado ha puesto a babear cada vez que salimos a bailar.—¿Tienes resaca? —pregunta diva Lorenzi admirando el último tatuaje que se hizo. Un tribal que se enreda en su antebrazo, recorre su muñeca y adorna toda su mano derecha.
—No —contesta Lula, tomando una manzana, jamón y poniendo agua en la cafetera—. ¿Ustedes?
Niego, reanudando mi búsqueda interesante del día.
—Tú ni digas, dragoncita. Te fuiste temprano.
Tecleo el nombre de Ivan Malkovich y enseguida me aparecen sus redes sociales.
—Estaba cansada. Aparte... —salgo del navegador y vuelvo a buscar el link de la agencia. Una de las tres mejores agencias de modelos de Mónaco— Quería estar segura de que no tenía tarea pendiente para hoy.
—A mí no me mientas —la manzana cruje con su mordida—. Te cogiste a Dan cuando fuiste al baño.
Las tres automáticamente ojeamos a nuestras lastre compañeras de piso. Están enchufadísimas a una clase online y no existe mundo exterior para ellas.
—Sí bueno... —busco palabras adecuadas para responder a eso pero no las encuentro así que lo digo como va— Cogimos. Pero sólo eso. Siempre sólo cogemos y luego tan amigos como siempre.
—Yo tengo mis serias dudas —opina Pía, rasqueteando las últimas hojuelas del tazón—. Se notaba por mucha hierba y vino que tuviéramos encima, que quedó extraño desde que te fuiste de su depa.
Lula levanta el dedo índice y hace trompa.
—También lo noté —chasquea la lengua, codeándome—. Búscate una verga nueva, Alex. O varias vergas nuevas porque ese hombrecito ya se enganchó contigo.
Abro los ojos y me centro en la morena Cellario.
—¡Qué! ¡No! Dan... —pongo cara de escándalo—. ¡Obvio que no!
—Tú dices que no pero yo digo que sí y donde pongo el ojo, mamita, pongo la bala.
Su celular empieza a sonar con Shakira.
Hips Don't Lie.—¿La alarma? —miro mi reloj y el de la notebook.
Ni siquiera son las siete y tenemos apenas diez minutos de viaje a la universidad.
—Sí —hunde los hombros—. Puntualidad ante todas las cosas —sigue comiéndose la manzana y como si nada mueve la cabeza, husmeando en mi pantalla.
Mi notebook es como mi tesoro invaluable y mi enciclopedia inteligente.
—¿Esqiusmi? —murmuro.
—¿Cuándo te vas a decidir? —me reta—. Tienes que contactarlo y organizar una entrevista. Es el mejor booker y la mejor agencia de modelaje.
—Entrar es fácil —deslizo el mouse táctil por el mensaje a enviar a Ivan—. Sustentar mi book de fotos y mi patrocinio es lo difícil. Tengo que reunir unos cualántos euros antes de dar con Iván.
—Si te sigues demorando, se te va a achicharrar el capullo. Te vas poner gorda, vieja y fea.
Pía suelta una carcajada.
—¿Habla la mariposa? —le arqueo una ceja.
—Pues fíjate que vengo siendo una divina mariposa desde el instante en que le dije a mis rudos y aristocráticos padres que Luca en realidad quería ser Lula. Que prefería montarme un salón de belleza en vez de jugar soccer. Que me gustaba el esmalte, las rizadoras, las faldas y los tacos —se levanta, se da una vuelta entera, amasándose los rulos y poniendo cara de incitadora—. Que quería tener lolas y quitarme el pene. Que me gustaban los pitos y que nunca, nunca volvería a usar boxer en mi vida.
Camina como diosa en pasarela, recorriendo el pasillo que conecta las habitaciones. Luciendo sus faldas cortas, sueltas y una blusa de una sola manga en color turquesa.
La aplaudimos como dos desquiciadas y cuando vuelve a nosotras nos tira besos cuál celebridad en alfombra roja.
—Yo ya soy una exuberante mariposa. Divina, radiante, poderosa y con una familia que me ama a pesar de haberles salido torcida. Torcida pero con tacos y glamour —se ríe—. Les toca abandonar el capullo orugas —señala a Pía, y esta que estaba meta chat se queda seca, sin saber qué le depara la lengua suelta de Cellario—. Tú por ejemplo, tienes que salir del capullo y decirle a tu bendito padre que ya no eres una niñita. Que follas, fumas, tomas, sales, vas y vienes como cualquier adulto. Que aunque sea el jodido director de la Universidad no tiene derecho de andar asediándote como si todavía fueras su pequeña del kínder —mordiéndome la lengua me río, pero enseguida Lula me apunta así que me callo—. Y tú... Tu hermana y tu cuñado tienen muchísimo dinero. Ellos te apoyan, te respaldan en cada cosa que se te ocurre. ¿Por qué no les pides que financien tu carrera de modelaje?
Inmediatamente lo pregunta denego.
Sé que si se lo digo, Charlotte no dudará y me enviará el dinero y más... Pero yo no quiero eso.
—No voy a depender de mi hermana —replico—. Ella me ayudó a llegar a Mónaco y aquí me las apaño sola. Como sea, no me importa, pero sola. No le voy a pedir dinero porque quiero valerme por mí misma. Quiero mostrar que sola puedo y si tengo que esperar unos meses más y seguir ahorrando con los eventos, lo haré. No me importa.
—Entonces... Hagamos lo siguiente —Lula se apropia de mi computadora y empieza a escribir.
—¡Ey, ey, ¿qué haces?! —trato de quitársela pero la muy jodida de Pía me agarra las manos, impidiéndolo.
—Estoy completando el formulario... Para concretar una cita con Iván.
—¡¿Qué?! —chillo al borde de un ataque.
Lula termina y me devuelve la laptop. Es cuando Pía me suelta, e intento de todos modos, cualquiera de ellos en vano, cancelar la solicitud.
—Listo, listo, listo —dice con suficiencia y satisfacción—. Entonces, como no quieres depender de nadie y eso me parece súper sexy, pagarás el book y empezarás en las pasarelas... Con el dinero que te va a prestar Pía.
Mis ojos van desde el rostro moreno de Lula, al bronceado y estilizado de Pía que hasta hace dos segundos asentía y ahora se pregunta qué m****a acaba de decir nuestra amiga.
—¿Cómo?
—Claro —Lula se mira las largas uñas en gel multicolor—. Yo no te lo presto porque... Tengo mis créditos on fire con mis padres, pero Lorenzi que es taan bonita y tacaña como todos los de su familia, lo hará.
Me quedo como en jaque. Desubicada, sin saber qué decir y al final trago saliva, porque Pía replica un contundente "obvio"
—¿En serio? —no doy crédito a su repetitivo obvio.
—Favor con favor se paga —dice, ladeando una media sonrisa.
En sus intrigantes y felinos ojos de guepardo centella la picardía.
Y entonces cierro la laptop. Y me aireo la cara con la mano porque... El favor con favor se paga suyo significa desde rescatar a un tierno gatito, hasta llevar una antorcha y hacer arder a todo el maldito mundo.
—Tengo miedo de oírte...
—Descuida... No te voy a ofrecer una orgía... Aunque si...
—Paso.
Chasquea la lengua.
—No sabes de lo que te pierdes pero en fin —se pone seria—. El fin de semana tienes el evento de perfumes, ¿verdad?
—Es el viernes.
—Genial, porque el sábado mi padre dará una fiesta en su casa. Es para sus asociados, creo que estará el comité universitario y algunos profesores también.
—¡Aburrido! —canta Lula.
—No te quejes porque vas a venir nosotras —replica, sumergiéndonos en un desolado pozo imaginando lo aburrido que va a ser eso.
Pero para algo existen las amigas. Y los favores. Y el pago de esos favores.
—Diosito... —rizos rojos se pone a rezar a mi lado.
—Papá da esa fiesta cada año y es un total plomo —Pía rueda los ojos—. Si me acompañan, sirven copas conmigo y luego, me llevan a Burlesque, el préstamo estará saldado.
—Piensa cuán plomo va a estar que sólo con una noche pagas el préstamo.
Lula no deja de codearme.
—¿Podemos beber? —inquiero.
—¡Por supuesto!
—¿Y usar vestidos lindos y atrevidos?
Asiente con ímpetu.
—Habrá mucha gente y mucho tipo de negocios rondándole a papá. Con dos o tres martinis todos los buitres van a volar al bar del que papá siempre dispone cuando da sus fiestas.
—No se diga más —levanto la mano y la muevo al aire—. Estamos a martes. Tengo cuatro días para decidir lo que me voy a poner.
—Escotado, con abertura, largo, apretado —Lula comienza a divagar—. Voy a ir como una morcilla. Y lo voy a considerar una especie de previa. Algo así como un trabajo con música y alcohol para luego ir y darlo todo a Burlesque y bailar y tomar hasta morir de la resaca. Me apunto.
Me termino el té que ya está helado y me pongo de pie.
—Quedamos en eso —les guiño el ojo—. Me voy a cambiar el pijamas.
—Y yo a retirar del parqueo a mi bebé rosa.
—¿Vas a conducir tú? —la retan—. Deja que se practique Alex que la próxima semana tiene su prueba.
—Al menos si me estrello, no destrozaré cualquier carro —bromeo—. Será un Porsche rosa.
—Olvídenlo —Lula me tira un manotazo directo a la cabeza—. Mi bebé no se toca.
Partiéndome de risa, voy a mi cuarto, me saco la ropa de dormir y lo primero que hago es poner al mango el aire acondicionado.
Con una temperatura fría, empiezo por mis pantalones. Los que dejé apartados desde anoche.
Con la lycra es una lucha diaria.
El resultado de usarlos vale la pena ya que no hay persona que no se dé vuelta a verme el culo, pero para subírmelos necesito diez flexiones y un clima polar si no quiero acabar sudada como puerca.
Me abotono la camiseta sin mangas, beige y le anudo los picos al final para que se vea apenas la piel de mi abdomen.
Enchufo la secadora y de pie frente al espejo me peino el cabello, húmedo por la ducha que me di a las seis y media de la mañana, tras mis ejercicios matutinos en la playa.
6am: salir a correr, a caminar, o ejercitarme en el balcón. ✔
6:30am: larga y revitalizante ducha. ✔7am: desayuno, navegar por la web, reorganizar tareas, arreglarme. ✔7:45am: salir a la universidad. ✔Cuando los bucles se me forman apago la secadora. Me los acomodo para que caigan sobre mis hombros, me paso un poco de brillo en los labios y algo de rímel y me arreglo las tetas aún mirándome al espejo.
Como si ordenarlas dentro de mi brasier negro me diera esa dosis de confianza extra para salir a la calle.
Me reparo, giro y con adoración me ojeo el culo, levantado hasta el cielo por mis rutinas de ejercicios y mis poderosos jeans de lycra.
No es por presumir pero...
«Estás sabrosa, Alex»
Me calzo los converse blancos y al agarrar mi bolso, mi celular conectado al cargador, vibra.
Tengo tres mensajes de Dan en el chat de w******p.
Los abro como si no importara el contenido y pum.
Vergazo.
Apago un momento la pantalla, tomo aire, mojo mis labios con saliva y vuelvo a prenderlo.
Dani:
Si te hubieras quedado a dormir, no me habría levantado con esto.
Screen de su potente paquete y tengo que abrir y salir de la foto varias veces para poder procesar esto.
Lo de Dan es bueno. Es grande y me satisface. Me hace gozar... Pero por fotos... Es porno puro.
Es el hd en cine para adultos.
Me relamo de nuevo y presiono para mandarle un audio.
—Estoy saliendo a la universidad.
Lo escucha porque está en línea y me responde rápido.
—Me vale vergas, mándame algo, lo que sea para echarme un pajazo antes de ir a clases.
Su audio delata su excitación. Su voz se oye ronca y entrecortada.
Se está masturbando.
Dejo el bolso en la cama y voy al espejo.
En mi mejor pose le envío una foto de la curvatura de mi espalda y mi trasero enfundado en un infartante pantalón.Sin conformarme del todo, porque cuando me toca dar me gusta jugármela, me desabotono la blusa, me bajo las copas del brasier y dejo mis tetas apretadas contra el soutien, entreviéndose mis pezones.
Me muerdo el labio y pongo mi expresión más sexosa.A veces no puedo evitar que estas cosas me prendan. No por Dan, sino por la situación.
Si encontrara a alguien en el mundo que se prendiera tanto como yo con folladas teléfónicas de lo más osadas y morbosas, juro que estaría cumpliendo una de mis más mojadas fantasías.
Ojalá te hagas una buena rusa con estas.
Escribo.
Me reacomodo las prendas y con las mejillas ardiendo, mi bolso en el hombro y su chat abierto, salgo del cuarto, pegando el teléfono a mi oreja para oír su contestación.
—Más que rusa voy a llenar de leche todo mi celular, dragoncita.
Trago saliva y llegando al living, Pía me ojea acusatoriamente.
—Cuando el mancito se te enamore y no te lo puedas sacar más de encima —me enseña la palma abierta—. Y no hablo de encima misionero. Hablo de ese encima que no nos aguantamos ninguna de las tres. Meloso, pegajoso, cursi... ¡Diu! Ahí te vas a acordar.
Le paso el brazo por los hombros y le planto un beso labialoso en la mejilla.
—Antes de que eso pase, otro me estará haciendo el misionero.
—Y si ese otro tiene un amigo, o dos, o tres que quieran y puedan conmigo no dudes en compartírmelo.
Me río.
—¿Después me ayudas a buscarme un lindo vestido para el sábado?
—¿After school?
Salimos del departamento, bajamos dos pisos por las escaleras y vamos a la calle.
Hace calor, está soleado, la playa en calma. Ideal para pasar el atardecer.
—¡Hoy vamos descapotadas, oruguitas!
Los neumáticos del Porsche rosado chirrian contra el asfalto con la frenada que se manda Lula. Estoy por subir al copiloto, cuando me chita.
—¿Qué? —de malas ojeo a Pía—. Hoy me toca.
—Hoy conduces, chiquita —alzando una ceja y sonriéndome con malicia me tira las llaves—. Donde le hagas un sólo rayón, asegúrate de dormir con la puerta bien trabada.
Feliz de la vida, dando hasta saltitos me voy al asiento del conductor.
Dejo mi bolso atrás y miro el último mensaje que me envió Dan antes de guardarlo.
Dan:
En el primer receso te espero detrás de las gradas.
Te voy a llevar a los vestidores y te voy a partir al medio, ricura.El corazón me da un vuelco y me late desde el cerebro hasta mi sexo. Esas promesas me fascinan.
—¿Y nos vamos a ir o qué?
—¡Obvio! —me pongo mis Rayban aviador y enciendo el Porsche.
Lula no me tiene confianza pero en mis clases prácticas yo soy Toretto, Letty y Brian.
Me van a dar la licencia de ojos cerrados, sin dudas.Piso el acelerador y salimos a toda velocidad.
Disfruto del aire en mi rostro, de la adrenalina de ir aumentando las millas, del pánico en Lula y Pía que me piden que vaya más despacio.
Si con rizos rojos siempre llegamos en diez minutos, conmigo diez son cinco y para asombro de las dos les estaciono sutil y perfectamente.
—¡Estás malditamente loca! —exclama Lula al borde de un ataque.
—¡Y yo voto para que sea la nueva uber! —Pía sube y baja las manos, meneándose con música imaginaria y encaminándose a la puerta de la universidad.
Subimos las interminables escaleras y nos topamos con Mishka y Raven.
Trabajan en Burlesque haciendo los mejores tragos aparte de estudiar aquí.—¿Van el sábado? —las rastas de Raven le cubren parte del rostro.
—¿Qué hay el sábado? —curioseo recargándome en el mural, entre medio de ambos al ver que llega Dan y confirmando lo que Lula y Pía dicen, me ojea molesto, acercándose con un reclamo que le quedará atorado en la garganta.
—El sábado hay reguetón party.
Cellario se muestra complacida y no lo puede disimular.
—Eso a estar bien caliente —dice.
—Eso se va a prender fuego, como el pelo de esta colorada —me bromea Mishka, en lo que Dan viene a chocarle los cinco.
—¿Se van de fiesta el sábado? —reprocha más que pregunta, el mariscal del equipo.
—Tenemos una reunión antes, pero sí. Vamos a salir —informo, impartiendo distancia.
Con Daniel los tantos son claros, y él sabe que son claros.
Se recontra folla a la porrista, a la encargada de la biblioteca y a la de la radio universitaria así que no venga con rarezas porque no me va.—Ah...
El timbre suena y la tensión nuestra se corta. Gracias a Dios que se corta.
Me abro paso entre todos y voy directo al salón.
Las miradas, los silbidos, los comentarios no se hacen esperar y los disfruto.Mi outfit lo merece.
—¿Qué fue eso?
Lula se enrosca a mi brazo, en lo que entramos al salón con aspecto de sala de conferencia y altas gradas en donde solemos acomodarnos nosotros.
—Al parecer iba a ser el principio de una escena —digo, subiendo a la fila diez. Justo en medio, ni tan arriba donde no se puede oír bien ni tan abajo, donde eres el punto visual de los profesores.
—Yo te lo dije —se jacta Pía, sentándose junto a mí.
Lula de un lado, Lorenzi del otro.
La sala se llena con nuestros compañeros y bajamos el tono cuando entra el rector. Es quien se encarga de presentar al alumnado nuevo y a los nuevos profesores.
—No voy a estar más con él —suspiro.
Ayer andaba convencida de que teníamos los tantos separados.
No sé para qué todo el drama. Para qué quiere complicar las cosas Daniel.—Claro —ironiza Lula.
—Bueno... Puede que peque una vez más. Y que Dios me perdone. Pero sólo una vez más.
—Amén, hermana.
—Tal vez es paranoia nuestra —murmuro, abriendo mi libro de notas—. Tal vez Dan sólo está siendo Dan.
—Y anoche no lloraba como niña, pensando que te habrías ido a acostar con otro.
Achino la mirada, e inhibiendo todo estímulo alrededor, ojeo a Lula.
—Okey... Supongamos que Daniel está contrariado.
—Te despides de él cogiéndotelo y a otra cosa, te buscas un nadador, un beisbolista o un...
—¡Ay madrecita bendita! Que me dé clases particulares a mí —el jadeo y codazo de Pía me hace mirar directo al frente—. ¡Fucking suerte la que tenemos!
Pía se muerde los labios, Lula aplaude por lo bajo y yo no dejo de analizar al hombre que acompaña al rector.
—Que me haga la politología dónde no me da el sol por favorcito.
A lo sumo treinta y cinco, o treinta y seis.
Luce demasiado joven como para tener más edad pero no parece un muchacho.
Tiene porte de hombre de mundo emanando confianza, seguridad y cierta arrogancia.Arrugo el ceño, admirando al sujeto alto, trajeado de azul, camisa gris y corbata negra. De semblante severo, serio y frío que se presenta frente a todos.
Pelo negro azabache, peinado hacia atrás con fijador. Torso ancho, brazos marcados y apretados por la chaqueta del traje. Piernas cinceladas, tonificadas porque el pantalón lo delata.
Es un impacto visual porque es guapo, candente e inusual de ver por aquí.
Es sexy en su manera de pararse, de meter las manos en los bolsillos, de erguir el mentón.
En tres palabras es ardiente, sexy y apuesto.
Me concentro en repararlo a detalle porque desde mi ubicación puedo permitírmelo.
Sus facciones son duras y definidas, cejas gruesas, labios perfilados, barba desprolijamente rasurada, ojos azules.Una mirada de tempestad, que centella matices de un helado azul y un gris tormenta.
Es que cuando algo gusta visualmente, escudriñarlo y hacerle la radiografía completa es cosa fácil.
Supongo que en pensamiento automático si pudiera pedir un deseo imposible sería al profesor de Ciencias Políticas desnudo para comprobar si esos bíceps son reales, si esos brazos te pueden levantar de dónde sea, si ese abdomen está tan trabajado como lo aparenta, si todo ese cuerpazo con sospechas a ejercicio y gracia genética se puede volver una nueva fantasía a la hora de meterse a la cama.
—Definitivamente esta es una grandiosa manera de arrancar el día.
Sin dudas concuerdo con Lula.
El sujeto es deleite y un fervoroso anhelo de pedirle que se quite la chaqueta y se arremangue la camisa sólo para que le exploten los brazos al cernirse con la tela, pero... Tengo un pálpito y mientras más lo veo más siento que lo conozco de algún lugar.
—Buenos días —dice, sin perder la templanza y la seguridad que emana de su garganta en un tono alto, firme, grave, viril y muy masculino.
Su voz es una exquisitez que estremece a cualquiera.
—Un susurro de esos, en cueros, en pelotas y listo, soy una canilla abierta —Pía sigue codeándome y es entonces que me cae la ficha.
La voz del profesor me da el cachetazo final.
¡Claro que lo conozco!
Es nada más y nada menos que el despreciable sinvergüenza que como no pudo tirarse a mi hermana la mandó directo a los brazos de su verdugo.
Este cerdo con aires de moja bragas galán es el cretino que entregó a Charlotte a Jordan Hayden hace casi seis años atrás.
Toda la electrizante calentura que despertó su magnetismo y su sex appeal se me desvanece del cuerpo y siento una incontrolable furia.
—¡Que el maldito infierno me lleve a la m****a!
Mi rugido sobresalta a mis amigas pero poco me vale eso.
No puedo dejar de pensar en arrancarle los ojos al manipulador de Ciro Walker. Por él casi pierdo a Charlie y a Noah. Por su culpa pasé los peores días de toda mi corta vida.Por culpa del maldito bastardo que resulta ser el flamante instructor en Ciencias Políticas.