Los días siguientes fueron un torbellino de cambios.
Tal como lo habían planeado, uno por uno, los miembros de la vieja directiva dimitieron. Giancarlo Riva fue el primero en irse, alegando problemas personales, aunque todos sabían que simplemente quería evitar un escándalo. Paolo De Santis intentó resistirse, pero cuando los rumores de una auditoría interna comenzaron a circular en la prensa, renunció sin más explicaciones. Lorenzo Bianchi y Angela Ferraro lo siguieron poco después, sin hacer demasiado ruido.
Era el final de una era de corrupción y mediocridad para Vittoria.
Y el inicio de algo mucho más grande.
Con los antiguos directivos fuera, era hora de formar un nuevo equipo. Isabella tomó uno de los puestos clave en la directiva, lo que significaba que no solo manejaría la parte estratégica del club, sino que también tendría una voz en las decisiones importantes.
Por otro lado, Adriano no perdió tiempo.
Llamó a varios contactos, exfutbolistas, empresarios y figuras de la élite