MIS ASUNTOS Y MI TIEMPO
FARID ARAY
Minutos más tardes acomodados en el salón, y más calmados; Camil estaba sentada con Emira en su regazo. La revisaba completa, y la contemplaba como si hiciera más de mil vidas que no viera a su hija.
Juntas eran un espectáculo tan hermoso que no podía hacer otra cosa que admirarlas. Ambos sabíamos que discutir abiertamente frente a Emira sería un error garrafal, pues nuestra hija a pesar de tener solo seis años era demasiado perceptiva.
—No quiero discutir—musitó Camil en tono quedó soltando el aire con la niña aún sentada sobre sus piernas y acomodada contra su pecho—. Solo me marcharé con mis hijos , y esto qué pasó entre nosotros será solo un mal recuerdo. Debimos haber dejado las cosas como estaban.
Me recosté a una columna y la miré absorto en lo que acababa de decirme. Me parecía más que injusto con nuestra historia que se refiriera a mi como un «mal recuerdo». No me gustaba victimizarme pero Camil se estaba pasando con ese absoluto desdén