El pensamiento lo golpeó como un martillazo. ¿Había visto la cicatriz? ¿Era eso lo que había estado buscando durante toda la semana? ¿La pequeña marca que lo conectaba irrefutablemente con Marco?
Sus ojos se encontraron por un segundo que se sintió como una eternidad. En los de Lucía había algo que lo hizo sentir completamente desnudo. No físicamente —aunque esa idea también era perturbadora—, sino emocionalmente. Como si ella pudiera ver a través de todas sus capas de control y profesionalismo hasta el centro caótico de lo que realmente era.
—¿Algo más, señor Márquez? —preguntó ella, y había una calidad diferente en su voz. Más suave. Más... íntima.
“Definitivamente sabe algo”, pensó Daniel. La pregunta era: ¿qué exactamente sabía, y qué planeaba hacer con esa información?
—Eso es todo por ahora —logró decir, aunque su voz sonó extrañamente ronca—. Puedes... puedes irte.
Pero Lucía no se movió inmediatamente. Se quedó sentada por un momento más, estudiándolo con esa nueva i