La magia se había roto. Como un cristal que se hace añicos en cámara lenta, cada fragmento reflejando momentos de lo que pudo haber sido, la magia se había roto y ahora solo quedaban esquirlas cortantes esparcidas por el suelo de terciopelo.
Marco se disculpó con la elegancia de un actor consumado, inventando una excusa sobre un "asunto urgente" que sonó tan ensayada que Lucía se preguntó cuántas veces la había usado antes. Se despidió de ella con una mirada cargada de promesas que ahora sabían a ceniza en su boca, promesas que flotaban en el aire como humo de cigarrillo, visibles pero intangibles.
Lucía lo vio desaparecer entre la multitud, su figura alta y atlética tragada por un mar de máscaras y risas. La frustración le ardía en las venas como whisky barato, pero aún vibraba con la cercanía que habían compartido. Su piel seguía recordando el roce de sus dedos, su cuerpo aún palpitaba con el eco de un deseo que había sido cortado de raíz.
¿Por qué siempre huye? El pensamiento la at