El intercomunicador cortó el aire como una cuchilla, su zumbido eléctrico perforando la concentración artificial que Lucía había construido alrededor de los números del informe trimestral. Cada dígito en la pantalla se difuminó hasta convertirse en jeroglíficos incomprensibles mientras la voz familiar se derramó por el pequeño altavoz.
—Lucía, ¿podrías venir a mi oficina?
La voz de Daniel. Grave como siempre, pero había algo más... una textura que no lograba identificar. Como terciopelo sobre acero. Como miel sobre una hoja de cuchillo.
Su corazón ejecutó una pirueta involuntaria contra sus costillas. Respira, se ordenó, pero sus pulmones parecían haber olvidado su función básica. Las reuniones privadas se habían multiplicado desde que la Iniciativa Fénix tomó forma, cada encuentro un ejercicio de equilibrio en la cuerda floja entre lo profesional y algo indefinible que hacía que su piel hormigueara con electricidad estática.
Se levantó con movimientos deliberadamente controlados, ali