ELIOT MAGNANI
—Maldito hijo de puta… —siseé mientras campaneaba como boya en medio del mar. Derek estaba embistiendo la patrulla con mi auto, destrozándolo en el proceso, y parecía que no le importaba que ellos tuvieran armas y fueran la ley, él insistió hasta que el auto volcó a un costado de la carretera.
Todo dio vueltas y reboté en el interior. De milagro no me rompí el cuello, pero no puedo decir lo mismo de los policías, pues ellos parecían inconscientes y torcidos, aún atrapados en sus cinturones de seguridad mientras el auto se balanceaba sobre el techo.
Sacudí un poco la cabeza, preguntándome cuál era la intención de Derek, ¿quería matarme? ¿No había sido suficiente con met