PIERO BERNARDI
—Donna… ¡Vámonos! —gritó Eliot intentando acercarse a Donna, que parecía calcular si podía saltar a través de las llamas para estar conmigo.
—¡Vete de aquí! —Ahora fui yo quien gritó con firmeza, dejando que mi voz causara eco debajo de mi máscara—. ¡Largo!
Me arrepentí en cuanto sus hermosos ojos se levantaron hacia mí, llenos de tristeza y miedo. El fuego se reflejaba en sus iris y las lágrimas caían por sus mejillas.
—No quiero… —susurró como una niña pequeña y extendió su mano hacia mí, suplicando en silencio que fuera hacia ella.
—Perra traidora… —siseó Jerry lleno de ira—. ¡Te iba a dar todo lo que quisieras! ¡Eres una puta malagradecida como todas!
Entonces levantó su arma hacia Donna y mi pecho hirvió en coraje. Sin pensarlo dos veces, cubrí el cañón con mi mano y lo dirigí al techo. El retumbar del disparo hizo que Donna retrocediera cubriéndose los oídos, pero gritando mi nombre:
—¡Piero! —Su voz se clavaba en mi corazón y me llenaba de fuerza y determinaci