La sangre manchaba el suelo del bosque, formando pequeños charcos oscuros sobre la tierra húmeda. Valeria observaba con horror cómo el cuerpo de Kael se desplomaba frente a ella, mientras el enorme lobo negro que los había atacado retrocedía con un gruñido amenazador.
Todo había sucedido demasiado rápido. Lo que debía ser un simple recorrido por los límites del territorio se había convertido en una emboscada. Tres lobos renegados, probablemente expulsados de otras manadas, habían aparecido de la nada. Kael se había transformado inmediatamente, enfrentándolos con ferocidad, pero uno de ellos había logrado alcanzarlo con sus garras, abriendo una profunda herida en su costado.
—¡Kael! —gritó Valeria, corriendo hacia él mientras los atacantes huían, intimidados por la fuerza del Alfa a pesar de haberlo herido.
El lobo gris plateado se transformó lentamente en humano, revelando a un Kael pálido y jadeante. La herida en su costado era profunda, y la sangre manaba sin control.
—Estoy bien —m