Alonso
El mensaje en la pantalla del teléfono satelital seguía parpadeando, un faro en la oscuridad del mar Egeo. "Contacte a El Coleccionista." El nombre, susurrado en los rincones más oscuros de la Fundación Esmeralda, era casi un mito. Un susurro cargado de poder y secretos. Siempre me había preguntado si existía realmente o si era solo una leyenda urbana entre los titiriteros. Ahora, la orden era clara. Y venía de lo más alto.
Martina, sentada a mi lado, sus ojos clavados en la pantalla, repitió la pregunta, su voz teñida de una mezcla de fascinación y cautela.
—¿El Coleccionista? ¿Quién es?
—Una leyenda —dije, mi voz apenas un murmullo, mi mente ya trabajando a toda velocidad—. Se rumorea que es el guardián de los secretos. Que tiene información sobre todos. Los escándalos más grandes, las fortunas más oscuras, los trapos sucios de los poderosos. Dicen que posee una biblioteca de secretos que puede derrumbar imperios con una sola revelación. Una biblioteca virtual, por supuesto,