36.
Alba
Gian estaba cayendo más fácilmente de lo que creía. Se tragaba sin dudar mis palabras de amor, así como yo llegué a tragarme las suyas alguna vez.
El sentimiento de satisfacción era aún más fuerte que el de la pena. Aun así, no dejaba de dolerme hacerlo; todavía conservaba un poco de corazón después de todo.
Antes de entrar a casa, le advertí a Gian que tanto Gabrielle como papá pensaban que seguía embarazada. Él me miró con dolor, pero accedió a no desmentirlo.
En el fondo, me parecía muy cruel que papá y su mujer fueran parte de mis mentiras. Además, ninguno de los dos estaría de acuerdo con ello, y los comprendía; a primera vista, era algo horrible lo que hacía.
Pero si tenía que convertirme en monstruo para proteger a mi bebé, lo haría. También saciaría mi sed de venganza; de eso no podía librarme. No podría vivir en paz si no les daba su merecido, si no los dañaba a tal punto que se lo pensaran dos veces antes de volver a jugar con otra persona.
La cena transcurrió de ma