El caos en el Valle de las Sombras se intensificaba con cada momento que pasaba. Los demonios sombras invocados por Aamon arremetían contra el grupo de Mia, mientras los soldados luchaban desesperadamente por mantener la línea. El aire se sentía pesado, como si cada aliento estuviera impregnado de la energía oscura que emanaba del círculo demoníaco. En medio del campamento, Aamon seguía observando con calma, ignorando la batalla que se libraba a su alrededor. Su atención seguía fijada en Mia, aunque su paciencia con Tarvos parecía agotarse.—Tarvos. —Dijo Aamon, con un tono burlón que retumbó como una campanada lúgubre en el valle. —Tu insignificancia es fascinante, pero debo admitir que tu presencia comienza a ser... innecesaria.Tarvos, con los puños apretados y los ojos llenos de furia, se enfrentó a Aamon, ignorando por completo la advertencia implícita en su voz.—¿Qué estás diciendo? —Exigió, dando un paso hacia él. —Yo vine aquí para negociar. No puedes simplemente desecharme.
Mia no respondió, pero la luz que la rodeaba pareció intensificarse por un momento, como si reconociera la lealtad de los que la seguían. Aamon, por su parte, rugió de frustración y lanzó otra ola de sombras hacia ella, más grande y más oscura que cualquier otra antes. Pero esta vez, Mia no esquivó.Extendiendo sus garras, que ahora brillaban con la misma luz plateada, Mia cortó a través de la ola de sombras como si no fuera más que niebla. La energía de Aamon se dispersó, dejando al demonio vulnerable. Aprovechando la oportunidad, Mia se lanzó hacia él, su cuerpo se movía como una ráfaga de luz y furia que chocó contra el marqués con una fuerza abrumadora. El impacto fue como un rayo cayendo del cielo, haciendo temblar el valle entero. Aamon cayó al suelo y su figura oscura comenzó a desmoronarse mientras Mia permanecía sobre él, su luz quemaba las sombras que intentaban protegerlo.—No me olvidaré de ti, guerrera. —Gruñó Aamon, su voz ahora era débil pero todavía cargada de malicia.
El castillo de Blood Moon se alzaba imponente bajo el tenue resplandor dorado del alba, pero para Mia, la luz del nuevo día no traía consuelo. Las horas de la noche habían sido un tormento: el recuerdo de su enfrentamiento con Aamon, las palabras de Tarvos y, sobre todo, la revelación de su propia transformación, se repetían en su mente como un eco ensordecedor. Su cuerpo estaba exhausto, pero su alma no encontraba paz. Cuando finalmente se obligó a levantarse, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Algo o alguien la observaba.Con los ojos aún cerrados, percibió una presencia familiar, una energía que conocía demasiado bien. De repente, abrió los ojos y se incorporó bruscamente y allí, en la penumbra, recortado contra la luz naciente de la ventana, estaba Seth.El hombre que una vez juró amar hasta que la muerte los separara. Y que ahora la miraba con una intensidad que quemaba. —He oído los rumores —Instó Seth, con su voz grave, cargada de una emoción contenida que hacía temblar
Capítulo 96Demonio LoboEl aire en el gran salón se volvió denso como plomo. Mía sintió cómo cada latido de su corazón resonaba en sus oídos. Seth buscando a Aamon. Era una sentencia de muerte. O algo peor. —No puede ser —Murmuró, pero incluso a sus propios oídos, las palabras sonaban huecas. Deimos ya se movía hacia la puerta, con sus garras reluciendo con la primera luz del alba que entraba por los vitrales. —Liam, ¿Qué hombres tenemos disponibles? —Preguntó, con su voz en un rugido contenido. —Un escuadrón de exploradores, tres cazadores de sombras y... —No hay tiempo. —Lo interrumpió Mia, ajustando el cinturón de su ballesta con movimientos precisos. —Voy yo. Deimos se volvió hacia ella, sus ojos dorados brillando con una ferocidad que habría hecho retroceder a cualquier otro. Pero Mia no era cualquier otro. —No irás sola. —Gruñó. —No es una petición, Deimos. —Respondió ella, sosteniendo su mirada. —Si Seth está haciendo lo que creo, necesito ser yo quien lo enfrente. Tú
Mia despertó, gritando a todo pulmón.El grito resonó en toda la habitación, desgarrador y lleno de desesperación. Mia se sentó jadeando, tenía todo su cuerpo empapado en sudor, su respiración era rápida y errática. Todo a su alrededor era confuso: las paredes de piedra del castillo, la tenue luz del amanecer filtrándose por las ventanas, el eco de su propio grito todavía rondando en su mente. Por un instante, no pudo discernir si seguía soñando o si había regresado a la realidad.Deimos irrumpió en la habitación con una rapidez alarmante, sus ojos dorados estaban ardiendo con preocupación. Llevaba las garras expuestas, como si se hubiera preparado para enfrentar una amenaza inminente, pero al ver a Mia en la cama, temblando, su postura cambió de inmediato. Cerró las puertas detrás de él y cruzó la habitación en tres zancadas.—Mia. —Dijo con urgencia, colocándose junto a ella y tomando su mano con firmeza. —¿Qué ocurrió? ¿Estás herida? —Inquirió ansiosoElla lo miró, con sus ojos vio
La tormenta de repente se desató nuevamente y estaba azotando el castillo, y el repiqueteo de la lluvia sobre las ventanas parecía marcar el ritmo acelerado del corazón de Mia. La tensión entre ella y Seth se había vuelto insoportable, como si los muros del gran salón contuvieran una presión a punto de estallar. Mia no podía permitir que Seth cayera en la misma trampa que su padre. Sabía que Aamon era un enemigo astuto, que no solo destruía a sus oponentes con fuerza bruta, sino que los consumía desde dentro, torciendo su voluntad hasta hacerlos irreconocibles. La sombra que había comenzado a envolverse en Seth no era un simple reflejo de su dolor; era una advertencia.Ella lo miró, su figura estaba bañada por la luz temblorosa de las antorchas. Seth parecía tan decidido como peligroso, su postura era rígida, tenía los puños aún cerrados. Pero había algo en sus ojos, no solo ira, no solo desesperación. Había miedo.—Seth, escúchame. —Dijo ella, con una voz que cortó el sonido de la ll
Amelia observaba atentamente la expresión ausente del hombre frente a ella, mientras sentía una extraña punzada en su pecho. Recién había escuchado la voz nasal de Lilly a través del teléfono de Seth, que había puesto el altavoz por error. Estaba enferma, y el pelinegro, por supuesto, se ofreció a cuidarla. Pero había algo que debía terminar…Esa noche Amelia estaba en su periodo fértil, y era de suma importancia que concibieran a un heredero lo más rápido posible. Cuanto antes quedara embarazada, antes podría deshacerse de ella. Después de llevar a cabo el coito más malo y torpe de toda su vida, Seth se levantó rápidamente para darse una ducha, sintiendo que necesitaba lavarse para quitársela de encima. Al salir del baño, notó que Amelia lo miraba tranquila, pero claramente estaba fingiendo, Seth pedía oler su tristeza a kilómetros, así que se acercó a ella y depositó un casto beso en su frente.—Eres la luna más hermosa del mundo. — Musitó. Sus palabras eran dulces, pero a la vez s
Con el alba, los empleados de la mansión comenzaron con los preparativos pertinentes para la gran cena de esa noche. Todos conocían perfectamente el mal carácter del abuelo y el padre de Seth: Tarvos y Magnus Winchester. Dos hombres despiadados y sombríos a los que todos les temían. Cuando el reloj marcó la hora de inicio para el banquete y Seth no había aparecido, todos los sirvientes presentes no tardaron en ponerse inquietos ante tal embrollo, conociendo muy bien el caos que se avecinaba.El reloj marcó las ocho y cinco, cuando Magnus, el padre de Seth abrió su boca para romper el silencio.—¿Sabes dónde carajos se ha metido tu marido? —Inquirió con autoridad, su voz grave resonando en la habitación.Amelia bajó la cabeza a la par de su mirada que se posó en sus manos. Ella no se atrevía a mantenerle la mirada ni por un segundo, pero no podía ser descortés, así que respondió como pudo.—Seth… Él… —Tartamudeó ligeramente—. Él ha estado muy cargado de trabajo estos últimos días.Magn