2-EL PRESENTE.

UN AŃO ANTES…

A Helen le temblaba todo el cuerpo, llevaba mucho tiempo sin intimar con un hombre, había sido víctima de una violación unos años atrás, lo más triste del caso es que fue su propio difunto esposo quien abusó de ella, eso es extremadamente dificil de asimilar, se necesita tiempo, mucho tiempo y eso fue lo que se autoconcedió. Solo se concentró en su trabajo y en su pequeño hijo, pero también se prometió que el día que apareciera un hombre en su vida con el cual no se sintiera incómoda o sucia, con el cual volviera a sentirse mujer no lo iba a dejar pasar y eso era lo que estaba ocurriendo es ese momento.

–¿No te molesta que lo hagamos aquí? –le preguntó Dante mientras que le desabrochaba la blusa y le acariciaba los pechos.

A Helen se le fue un gemido de puro placer, ¡que le importaba a ella el lugar! ,si ese hombre estaba logrando lo que por años nadie pudo.

–No importa el lugar –finalmente susurró –solo la compañia.

Dante esbosó una leve sonrisa, he inmediatemente comenzó a succionarle un pezón.

Helen estaba sintiendo lo que hacía muchos años no experimentaba, ese corrientazo que te recorre por todo el cuerpo cuando estás excitada, esa humedad que empiezas a sentir entre tus piernas, ese… ese grito que no sale de tu garganta sino de tus entrañas.

–Quiero verte desnuda –la sacó él de su burbuja erótica –quiero ver todo lo que hay debajo de este uniforme.

Helen abrió la puerta tracera del carro y entró, con un poco de dificultad debido al reducido espacio se fue despojando poco a poco de toda su ropa, Dante, que solo miraba sin entrar al carro aún, se mordia su labio inferior mientras miraba todo aquel espectáculo.

–Eres hermosa ¿sabes?

A Helen se le humedecieron lo ojos, habian pasado demasiados años sin que un hombre le dijera eso.

–¿Hablas en serio? –le preguntó con mucha inseguridad.

Dante finalmete entró al carro y cerro la puerta, la miró serio a los ojos y le agarró la cara con ambas manos.

–Yo jamás miento, yo jamás digo algo por simplemente complacer a alguien, si te digo algo es porque lo creo o porque lo siento.

Se quedaron ambos mirándose fijamente, como quien quiere descubrir hasta tus más oscuros y bien guardados secretos solo por mirarte a los ojos hasta que Helen fue la que rompió aquel absoluto silencio.

–Hazme el amor –y esto sonó más a orden que a súplica.

Dante sonrió maliciosamente mientras que con total lentitud se despojó de toda su ropa. Era un hombre musculoso, enorme, de esos que sudan masculinidad.

–Quiero probarte primero –le abrió las piernas y se coló entre ellas, empezó a lamerle su clítoris sin darle tregua.

–¿Te gusta?¿Te gusta lo que te hago?

–Mucho...ah...sigue, sigue por favor sigue.

Dante volvió a sumerger su lengua en la intimidad de Helen haciéndola gemir sin control.

–No tengo preservativo, pero te juro que estoy limpio –le comentó mientras se colocaba entre las piernas de la muchacha. Él también estaba muy excitado, lo estaba disfrutando más de lo que pensó.

–Te creo –le respondió ella –yo también estoy limpia, hace mucho tiempo que no...

–Shu...no tienes que darme explicaciones –le dijo acariciándole los labios –tu cuerpo me lo va a decir todo –sonrió y muy despacio fue entrando en el cuerpo de ella.

–¡Dios! que estrecha eres, ¿te duele?

–Si...un poco...¡ahh!

–Mírame, mírame –le dijo él acariciándole el rostro –quiero que me veas a mi, quiero que me sientas a mi, relájate ¿ok?

Helen asintió y respiró profundo, Dante ni se lo imaginaba pero estaba siendo el primer hombre en su vida después de haber sufrido la peor experiencia por la que puede pasar una mujer, estaba derribando todas a cada una de las puertas que ella algún dia cerró.

Asi, poco a poco él empezó a moverse con más intencidad, eran puros gemidos lo único que se escuchaban en aquel carro, ambos lo estaban disfrutando al máximo y eso era más que evidente.

–Dante, ay...no...no puedo más.

–Quiero sentir tu orgasmo, quiero que te vengas conmigo dentro, quiero que me lo des todo –no paraba de penetrarla.

–¡Ahhh!

–Eso, eso, que bien se siente estar dentro de ti.

Helen estaba en el cielo, era una maravilla lo que ese hombre la estaba haciendo sentir.

Dante salió de ella y se vino justo en su vientre.

UN AÑO DESPUÉS...

–Helen ¡¿será posible que termines de arreglarte hoy!?

–¡¡YA VOYYY!! –gritó ella desde el cuarto.

–Mujeres-protestó Dante.

–Si, mujeres –repitió el pequeño Matias poniendo los ojos en blanco.

Matias era el pequeño hijo de Helen de seis años, el niño se habia encariñado tanto con Dante que desde hacía ya unos cuantos meses hasta lo llamaba papá.

Dante lo miró serio, como quien está a punto de decir el pensamiento más profundo de toda su vida.

–¿Sabes que es lo más dificil hijo?

Matias negó con la cabeza prestando total atención.

–Que no podemos estar lejos de ellas a pesar de que son como un grano en el culo.

Matias se echó a reir.

–Listo, ya terminé, podemos irnos –les dijo Helen entrando en la sala.

–¡Vaya, estás preciosa! –comentó asombrado Dante.

–¡Pero papá! –dijo asombrado Matias –¿No me dijiste que son un grano en el...?

–Matias –lo interrumpió Dante abriéndole los ojos de par en par –¿Verdad que está linda mamá?

–Linda, linda mamá –sonrió.

–Nos vamos –sentenció Dante antes de que la cosa se complicara, rapidamente tomó las llaves del carro.

Iban para casa de su amigo Ashton, era el bautizo de su niña Alma y ellos eran los padrinos. No era un viaje largo ya que vivian cerca.

–¡Hasta que al fin llegan! –les comentó Megan la mejor amiga de Helen y su compañera de trabajo.

–A mi no me mires –se defendió Dante –aquí tu queridísima amiga se demoró todo lo que quizo.

–¡Ay, tú callate! –lo regañó Helen –ve a hablar con Ashton y déjanos a nosotras que somos las que sabemos.

Dante hizo caso y dejó a las muchachas solas mientras él fue a reunirse con los demás muchachos mientras Matias corria por todo el jardin.

–Ya veo que van mejorando las cosas entre ustedes, ¿verdad? –le preguntó bajito Megan.

–Si –sonrió Helen –hoy mismo me estaba acordando de la primera vez que estuvimos juntos.

–En su carro –susurró de manera cómplice Megan.

Ambas rieron.

–Exacto –suspiró Helen –mucho a llovido desde ese dia, pero poco a poco hemos ido acomodándonos, a pesar de todos los contratiempos.

–¿Puedo saber que hace ese hombre con mi nieto en brazos? –le preguntó una señora a Helen.

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