02. EL PRÍNCIPE LYCAN

ISABELLA

Luz y Oscuridad.

Los lycans representaban la fuerza superior, la máxima evolución.

Pero pasaban por un periodo de cambio donde la violencia de su parte animal se hacía peligrosa e inestable.

En nuestro reino de hombres lobos solo había cinco familias nobles de lycans y, por supuesto, los que estaban en la cima alimenticia: la familia real.

Ellos representaban la oscuridad que necesitaban la luz de las Serafinas.

No éramos la única manada bendecida por la Diosa.

Otras Serafinas existían, pero mi padre se aseguró de escalar a lo más alto: la familia real.

Preparó a Savannah toda su vida para eso.

Las Serafinas calmaban con su olor, con el tacto de sus cuerpos y su aura tranquilizadora para esas bestias.

Pero si la luz no podía vencer a la oscuridad… moriría asesinada, y los lycans de la familia real eran los más sanguinarios y salvajes, los más difíciles de domar.

Por primera vez no seguiría las órdenes. Yo tenía mis propios objetivos.

Quitarme la maldita restricción que puso para controlarme, fortalecerme en la Academia… y escapar.

Y haría lo que fuese necesario para lograrlo.

Incluso fingir y aguantar a ese príncipe insufrible.

*****

Sentada en el auto, miraba el paisaje pasar por la ventanilla.

Hoy era el día de partir y papá ni me dio una segunda mirada antes de enviarme como carne de cañón.

Elliot tuvo el descaro de espiarme entre los árboles cuando me marchaba en el coche.

Maldito cobarde.

"Sabes qué, ni te lamentes más por el idiota de Elliot. No la tenía tan grande, cuando hacía frío parecía un manisito… y esos movimientos de caderas… "mi loba chasqueó la lengua.

"Más soso que el agua con azúcar" reviró los ojos con dramatismo. "Debiste haberlo denunciado frente al Alfa."

No pude evitar que la curva en mi boca se moviera en una sonrisa.

Thera era lo mejor que me había pasado en la vida.

Sabía muy bien que tapaba la decepción con sarcasmo.

"¿Crees que mi padre perdería a su Beta por mí?" Suspiré con amargura.

"Posiblemente me acusarían de ser una puta y haberlo seducido. Ahora hasta sospecho que sabía la verdad de nuestra relación y lo mandó a golpearme para seguirme torturando" 

Esa idea, no tan descabellada, se me pasó por la mente.

"Thera, olvídate de la manada y pórtate bien en la Academia, debemos pasar desapercibidas" le advertí, observando mi reflejo en el cristal y decidida a mirar solo hacia delante.

Llevaba una ropa informal.

Zapatillas cómodas, vaquero, con una camiseta blanca y una cazadora de mezclilla.

Mi cabello rubio recogido en una trenza alta y apenas unos toques de maquillaje para no verme tan pálida.

Mis ojos grises llenos de planes y cálculos secretos.

"Más le vale a ese princeso no ser un cabrón petulante" Thera resopló inquieta.

Ambas estábamos ansiosas por las cosas desconocidas que nos esperaban.

No le respondí y mi vista se perdió en el paisaje exterior.

El chofer de papá me llevaba por las autopistas, bordeando los territorios de las manadas.

Montaña de Plata estaba refugiada en una zona lejana y bastante intrincada, lo cual nos daba misterio y favorecía mi falsa identidad.

Durante horas estuvimos en camino, sin parar, hasta que atravesamos un bosque lleno de niebla y sombras.

A la luz del sol le costaba filtrarse por la pesada atmósfera.

Mi corazón bombeó con fuerza observando las enormes rejas imperiales que destacaban al final del camino.

El auto se detuvo.

—Srta. Savannah, hasta aquí se me permite llegar —el chofer me dijo con respeto.

—Bien —le respondí con sequedad, como mismo lo trataba mi hermana.

Bajé y él fue enseguida a darme la maleta.

La tomé en la mano con fuerza y caminé sin mirar atrás hacia mi nuevo desafío.

Los focos de luces se alejaron, el sonido del motor se perdió en la niebla y de pronto quedó un silencio inquietante.

"Para ser una Academia de riquillos bien podían poner unas bombillas que le den más vida a esto. Parece la entrada al inframundo."

"Thera, deja de parlotear y vigila el ambiente" le pedí, mientras mis ojos escaneaban entre los troncos oscuros.

El sonido de las rueditas en la maleta rodaba sin cesar sobre el camino de piedra.

Acercándome a la reja de varios metros de alto, un ruido llamó la atención de Thera.

"Siento a alguien pidiendo ayuda, ¡escuché un grito!" agregó de repente, en posición alerta.

"¿Por dónde?" le pregunté sin pensarlo mucho.

"¡Por allí!"

Caminé con prisas internándome en territorio inexplorado.

Tenía que quitarme la manía de ser una entrometida, pero aquí estaba, viendo de lejos a una chica colgando de un árbol.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —pataleaba a punto de caer.

La capucha de su sudadera se aferraba precariamente a una de las ramas.

—¡Espera, no va a aguantar! —corrí cuando escuché el sonido de fractura.

Solté la maleta y me abalancé para empujarla con mi cuerpo sobre el césped.

Iba directo a caer en unas rocas peligrosas.

—¡Aauch! —gimió dolorosamente al caer de golpe, y eso que yo me llevé la peor parte.

Era pequeña, de cabello oscuro y unos llamativos ojos verdes.

Me incorporé cuando se separó.

Siseé, adolorida por los latidos en mi tobillo derecho.

—¿Estás bien? —le pregunté, viéndola a mi lado.

—S-sí… —respondió con las mejillas de un rojo llamativo y la mirada baja, avergonzada.

—Me alegro… —intenté levantarme, pero al apoyar el pie, el aire salió bruscamente de mis labios.

—¿Estás herida? ¡Oh, por la Diosa, todo fue mi culpa! Vamos a la enfermería…

—Está bien, fue solo una torcedura —la tranquilicé porque estaba a punto de entrar en pánico y yo era la afectada.

Logré convencerla de que no necesitaba ir a la enfermería, caminé hacia mi maleta dejada a un lado y estaba dispuesta a marcharme.

—Espera, no te he dado las gracias —la escuché perseguirme.

—Soy Kiara, una Omega de la manada Tulipán Azul —estiró su mano pequeña y la estreché.

—Savannah Olivan —respondí sin dar más detalles, no quería atraer mucha atención hacia mí.

Echamos a andar de nuevo hacia la entrada.

—Muchas gracias por tu ayuda… yo tuve un accidente de primer día, ya sabes, las bienvenidas a los recién llegados —me dijo bajando la cabeza y con las orejas rojas.

Esperaba que no me estuviesen preparando ninguna de esas “iniciaciones”.

Antes de abrir la boca, campanadas resonaron a lo lejos, vibrando en todo el bosque.

—¡No puede ser, ya están convocando, vamos, vamos!

Comenzó a empujarme ansiosa y finalmente atravesamos la imponente puerta de hierro, que se abrió como por arte de magia.

A través de la niebla se fueron dibujando las lejanas torres y los edificios sólidos e intimidantes.

A esta Academia venían los más audaces, los que querían superar sus límites, obtener poder y aumentar el valor de su manada.

Podías morir aquí… y estaba totalmente justificado.

Por eso me preguntaba qué hacía en este lugar una chica tan débil como Kiara.

Parecía saber mucho sobre el funcionamiento de la Academia, ¿sería de verdad su primera vez aquí?

Muchas preguntas rondaban en mi mente, pero al ver a lo lejos la multitud esperando en una impresionante plaza, la ansiedad cubrió mi curiosidad.

Mi mano se aferró con fuerza a la maleta.

Repentinamente, el sonido de un coche se escuchó detrás de nosotras.

Venía tan rápido que apenas nos dio tiempo de lanzarnos de cabeza hacia los arbustos al lado de la calle.

—Pero, ¿qué le pasa a ese idiota?! —mascullé, con la punzada en mi tobillo arreciando.

—Sshh… no hables así de ningún lycan —Kiara me apretó la mano, ayudándome a levantarme y llevándome a un sitio discreto entre los recién llegados.

— Mantente alejada de ellos, son peligrosos y con demasiado poder.

Sus ojitos de ardillita asustada miraron hacia el otro lado de la enorme plaza.

Seguí sus ojos más allá de la fuente que se alzaba en el medio.

Del auto de lujo bajó un hombre alto, de cabello negro y ojos grises penetrantes.

Ropa hecha a medida, zapatos caros, actitud arrogante.

Se acercó a un grupo más pequeño, pero definitivamente eran diferentes al resto.

Dos mujeres, una rubia y otra pelirroja, voluptuosas, delicadas, llenas de confianza.

Cinco machos las rodeaban, altos y musculosos. Algunos fumaban despreocupadamente.

Uno de cabello rubio se reía a carcajadas y parecía el más relajado.

El aire sopló cargado de feromonas dominantes, peligrosas… lycans y lobas Alfas.

Las elites de nuestro reino. Los mejores genes de la raza.

¿Cuál de ellos sería el príncipe Aurelius?

El corazón se me apretó de solo pensar que sería la mascota de ese hombre.

Un peluche antiestrés que apretaría entre sus garras cada vez que tuviese ganas de asesinar.

La respiración se me iba acelerando y el sudor frío recorría mi espalda.

"Cálmate, Isa, tranquila, lo lograremos, solo tenemos que hacer lo que mejor se nos da…"

" Fingir" completé las palabras de mi loba.

Eso era lo que más odiaba… que mi mejor habilidad fuese fingir algo que no soy.

Un murmullo generalizado me sacó de mi “casi” ataque de pánico.

El edificio de piedras oscuras a un lado de la plaza abrió sus puertas macizas de madera con un sonido estridente.

Una pequeña mujer de espejuelitos y cabello canoso salió taconeando, con una carpeta en las manos.

Se paró en la cima de la escalinata.

—Les doy la bienvenida a todos los nuevos estudiantes aspirantes a ingresar en la Academia HighMoon —comenzó su discurso.

—Como bien deben saber, hay un proceso de selección previo y quien no lo apruebe… —lo dejó ahí, con ojos comprensivos.

"¿Hay una prueba? ¿Qué es esto, un concurso de baile?" mi loba aprovechó para ponerme más nerviosa.

Mi padre no me había hablado de ese detalle y lo peor vino a continuación.

—Las Serafinas pasarán por un examen especial para mostrarse frente a los lycans. Reúnanse aquí a mi lado cuando mencione su nombre.

Comenzó a leer la lista que llevaba en la mano.

Para mi completa sorpresa, resulta que no era la única candidata para Serafina del príncipe Aurelius.

Había una selección y todo.

Esas dos lobas Alfas, todas orgullosas, fueron vinculadas también con él.

—Savannah Olivan, Serafina del príncipe Aurelius…

¿Acaso mi padre estaba consciente de que no era la única opción del Rey Lycan?

—¡Savannah Olivan!

¿Puedo entonces no ser escogida? ¿Me pueden expulsar o paso a otro lycan?

—Savannah —de repente el codazo de Kiara me sacó de mi tormenta mental—, te llaman…

Su murmullo me activó.

—¡SOY YO! —grité más alto de lo debido e incluso levanté la mano como una estudiante.

Todos los ojos se giraron hacia mí.

Adiós a las intenciones de pasar desapercibida.

Cargando con mi maletica, subí esos escalones torpemente, sintiendo las risitas y algunas burlas desde abajo.

Fue vergonzoso y solo fue el inicio.

—Tiene que espabilar un poco, Srta. Olivan —la mujer me dio un regaño en voz baja y me indicó reunirme con las otras chicas, que por suerte eran pocas.

No tuve que mirar al rostro de ninguna para sentir su aura despectiva.

—Párate a un lado, ni se te ocurra bloquearme —la orden baja de la rubia Alfa con pechos prominentes resonó a mi espalda.

Ella también estaba nominada para el príncipe Aurelius.

Me aparté con la mayor dignidad que pude, pero no importaba dónde me parara, no parecía encajar en ningún sitio.

Afortunadamente, la charla de bienvenida continuó y ya nadie se fijó más en mí, hasta que la señora nos pidió esperar un momento y entró de nuevo por las puertas.

No pasaron ni cinco minutos cuando el sonido vigoroso de una moto se escuchó por la calle de la entrada.

El foco brillante atravesó la niebla y efectivamente era una impresionante motocicleta, en negro, con un rugido agresivo y hermosa.

Pero lo mejor era quien la llevaba.

Las personas se abrieron en la plaza para cederle el camino porque él no parecía que se detendría tampoco.

Era un macho fuerte, vestido con unos pantalones de combate negros, botas militares, una camiseta sin mangas oscura y casco negro cubriendo su cabeza.

Los brazos musculosos, tatuados, con la piel bronceada del sol, se flexionaban guiando los manubrios.

Fue como si una bofetada de poder nos diera a todos.

Mi corazón comenzó a bombear errático y la jerarquía me aplastó sin compasión… un lycan de la familia real.

Se detuvo bajo la escalinata y se quitó el casco.

Cada movimiento era seco, frío, dominante.

La plaza entera se había quedado en silencio, menos la voz de mis pensamientos.

"Oh la la, ¿quién es ese orgasmo visual?"

Mi loba Thera olfateó emocionada hacia nuestro próximo torturador.

No me quedaban dudas… ese era el príncipe lycan Aurelius Blackridge.

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