El ensayo general era un caos organizado. Telones subiendo y bajando, voces ensayando escalas por cada rincón, y el sonido del teclado eléctrico encnediéndose por quinta vez. Julieta caminaba decidida, pero sus pasos iban cargados de algo que ni ella msma sabía definir: ¿miedo o deseo?.
Sabía que Samuel la estaba observando. Siempre lo hacía cuando pensaba que ella no lo notaba. Pero esta vez, algo era diferente. Se sentía en el aire.
Él estaba afinando la guitarra mientras cantaba con voz baja los primeros versos de una balada suave. "Tan solo tú me haces perder el ritmo... Y no hay partitura que explique lo que siento..."
Julieta no lo miró. No podía.
"Si lo veo... me rindo". Pensó mientras ajustaba su corset. El vestuario para la presentación era más atrevido de lo que esperaba: Falda negra con vuelo, un top con transparencia y labios rojo escarlata. Parecía sacada de un videoclip.
-¿Qué tal me veo? - Preguntó con falsa seguridad a Sabrina y Kendra, que se estaban maquillando a su lado.
-Estás que ardes- respondió Kendra - Como para que el profesor se trague la lengua.
- ¡Callate! - rió Julieta, pero se sonrojó.
Desde el fondo del salón, Samuel levantó la mirada y su mundo se detuvo. Ella estaba de espaldas, pero el reflejo del espejo le regalaba la vista completa. La recorrió de arriba abajo, sin disimulo. Nadie lo notó. Nadie excepto Adrián, que le lanzó una mirada complice sin decir palabra.
Samuel tragó saliva. Esa visión era un problema.
"¿Que estoy haciendo?", pensó "¿Esto es deseo? ¿O es que realmente quiero conocer todo de ella, incluso lo que me asusta?."
Julieta sintió su mirada clavada en su espalda como si quemara.
-¿Puedes dejar de cantarme así?- susurró Julieta cuando pasaron junto al piano.
-¿Así como? - Preguntó él, ladeando una sonrisa.
-Como si supieras lo que me haces sentir.-
-Tal vez... sí lo sé.-
El silencio los rodeó. Julieta dio un paso atrás. Samuel se quedó quieto. No era momento. No aún.
Esa noche, ya en casa, Samuel revisó las fotos que Julieta le habia pedido. Una de ellas le encantaba. Él sin filtros ni poses. Natural. Sornriendo mientras daba instrucciones. "Esa quiero", le había dicho ella. " Asi me gusta verte. Cómodo. Real."
Al día siguiente, Julieta se perdió del grupo por unos minutos después del esayo. Samuel la encontró afuera, junto a una columna del teatro.
- ¿Buscabas privacidad? - Preguntó, fingiendo casualidad.
- Solo aire - respondió, aunque no retrocedió cuando él se acercó.
El mundo estaba a metros de ellos. Pero ahí, en esa esquina olvidada del backstage, Samuel la miró como si fueran los únicos vivos.
-Tenemos que hablar - dijo él.
- No ahora - Respondió ella - Aún no. Pero podemos quedarnos aquí... un ratito.
Él asintió. No tocó su mano, pero la cercanía hablaba por ellos. Una cita oculta sin palabras. Una promesa muda.
Y en el fondo, acordes de su próxima canción marcaban el ritmo de lo inevitable.
El día del recital llegó con un amezcla de nervios y emoción. Los ensayos habían sido intensos, y aunque ambos intentaban mantener todo dentro de lo profesional, las miradas, las risas a medias y los silencios prolongados dejaban al descubierto lo que de verdad hervía por dentro.
Julieta subió al escenario con un vestido que no dejaba lugar a dudas de que brillaría. La ventaja fue que una de las cantantes tuvo un percance, Samuel aprovechó la oportunidad y le sugirió al director que fuera Julieta quién la supliera, el director algo dudosos acepto, pero al ver la interpretación de Julieta se retracto de haber desconfiado.
Desde su lugar entre el público, Samuel no podía apartar los ojos de ella. Apretó los puños cuando la vio jugar con una parte del micrófono mientras cantaba, y se quedó sin aire al ver cómo su cuerpo se movía al ritmo de la música con un aconfianza que nunca antes había mostrado. Era su alumna, sí. Pero en ese momento, también era una mujer en todo su esplendor.
La ovación final fue un rugido. Y sin pensarlo, Samuel se escabulló entre los pasillos, directo al camerino. Quería verla. Felicitarla. Decirle lo increible que habie estado. Tal vez... decirle algo más.
Empujó la puerta sin anunciarse, esperando encontrarla con alguna amiga, talvez retocando su maquillaje o hablando por teléfono. Pero no fue asi.
Julieta estaba de espaldas, de pie frente al espejo. El vestido había sido desabrochado y los tirantes descansaban casi a la altura de sus codos, dejando ver la parte superior de su espalda y parte del sostén negro que usaba. El escote caía tentador, revelando más de lo que ocultaba.
Samuel se quedó estático un segundo, tragando saliva, pero luego cerró la puerta tras de sí sin decir palabra. Ella lo escuchó y giró lentamente, sorprendida. -¿Samuel...? - susurró, intentando sostener el vestido con los brazos.
Él se acercó. Lento. Medido. Como si el tiempo se hubiera detenido. -Estuviste... perfecta. - murmuró con voz ronca.
Sus manos acariciaron los brazos desnudos de Julieta, recorriendo desde los codos hasta los hombros, deteniéndose un segundo para sentir el calor de su piel. Ella bajó la mirada, temblorosa, con los labios entreabiertos. No supo en que momento fue, pero cuando alzó de nuevo los ojos, Samuel ya estaba más cerca, lo suficiente como para que el aire se electrizara entre ellos.
La besó.
No con duda, sino con necesidad. Con la urgencia contenida de semanas de tensión y miradas furtivas. Julieta respondió con la misma intensidad, y fue entonces cuando Samuel la abrazó de la cintura. En ese instante, sus brazos se relajaron y el vestido cayó suavemente al suelo, revelando un conjunto de lencería negro con transparencias sútiles y detalles en encaje que contrastaban con su piel.
El corazón de Samuel se aceleró al verla, pero en medio del frenesí, ambos supieron que ese no era el lugar. La puerta no tenía seguro y el bullicio afuera era evidente. Él cerró los ojos, intentando recuperar la compostura.
-No aquí - dijo con esfuerzo, srparándose apenas.
-¿Y entonces... cuando? - preguntó ella, en un susurro apenas audible, aún con el pecho agitado.
Samuel sonrió, pero su mandíbula seguía tensa. Le ayudo a recoger el vestido y le besó la frente antes de salir, con la promesa ardiente grabada en la mirada. Afuera, camino a paso firme, aunque su pantalón delataba el problema con el que salía. Y mientras tanto, Julieta todavía medio desnunda, se recostó contra la puerta cerrada, sonriendo con picardía, con el cuerpo ardiendo y el alma pidiendo una segunda parte.