Había un torbellino de personas abandonando la institución ya que había provocado un incendio ante las chispas provocadas en las luces. Los libros se prendieron fuego ante mis ojos y sin querer incendié la caja eléctrica del sótano que abastecía a toda la energía al edificio.
El bullicio y el lío que había hecho no bastó para que Simón dejara de mirarme y obedecer a los bomberos para que se marchara ya que estaban evacuando el piso. Lo más irónico de aquella situación desastrosa, fue que Angélica Williams continuaba sentada, y había comenzado a pintarse las uñas contra el pupitre mientras ardía el mismisimo infierno a su alrededor.
Entonces los tres bomberos que habían ingresado al curso y pretendían tironear el brazo a Simón quedaron congelados en el tiempo y las llamas quedaron suspendidas al igual que ellos. Estaba de más aclarar que él y Angélica eran los únicos que podían moverse como si todo continuara.
–He comprobado que me queda mejor el negro que el rojo. –soltó ella, mirando