Lía movió la cabeza, pero sintió un fuerte dolor en la sien y la incómoda sensación del peso del brazo de Mikkel rodeándole la cintura, vio que él dormía tranquilo, su respiración era lenta, suave.
Ella contuvo la respiración. ¿En qué momento se había acercado tanto?
Con cuidado intentó zafarse de su agarre y bajar de la cama, pero el movimiento despertó a Mikkel, De pronto sus intensos ojos grises se abrieron, mirándola fijamente.
—¿A dónde vas? —su voz se escuchaba ronca.
—Por agua —contestó, apartándose.
Él no la soltó, por el contrario, apretó su agarre.
—Te duele la cabeza, el médico dijo que debes estar en completo reposo, yo tereré el agua.
—El médico no dijo que tenía que quedarme prisionera en tu cama —replicó Lía.
Mikkel suspiró, soltándola, después se sentó, pasándose una mano por el rostro.
—No es una prisión, Lía, te estoy cuidando.
—¿Cuidando? —repitió ella, con amargura— ahora resulta que te importa lo que me pase después de que te fuiste un mes entero sin una llamada