Mundo ficciónIniciar sesiónLía se quedó inmóvil mirando al hombre frente a la ventana, era muy alto, su espalda era ancha, su cabello rubio oscuro estaba perfectamente peinado hacia atrás, fumaba un puro.
Al escucharlos, Mikkel se giró despacio, y soltó el humo lentamente, sus ojos grises eran profundos, enseguida clavó su mirada sobre Lía, su rostro era atractivo, pero la frialdad en su mirada la hizo retroceder un poco.
Lía se quedó inmóvil, sorprendida al verlo tan atractivo, era como si un Dios nórdico se hubiera cansado de ser inmortal y hubiera bajado a la tierra, pero fue su expresión dura la que la dejó sin aliento. “¿Por qué alguien así necesitaba forzar un matrimonio?” Pensó.
Mikkel cruzó los brazos, mirándola de arriba a abajo, con desprecio.
—Vaya, así que tú eres la sustituta.
Lía sintió que se formaba un nudo en su garganta, ¿Cómo podía ser tan frío y directo? Era guapo, pero su arrogancia hizo que Lía apretara los puños.
—No soy la sustituta de nadie—contestó, molesta —estoy aquí para que mi padre no vaya a la cárcel, ahora dime, ¿Por qué un hombre como tú necesita que lo obliguen a casarse?
Mikkel dió una calada larga al puro, mirándola a los ojos fijamente.
—¿Obligado? —soltó una risita sarcástica —Que fea palabra, no tengo porque darte explicaciones, y no vengas aquí fingiendo que eres la víctima.
Lía tragó saliva.
—No finjo ser la víctima —contestó pero si estamos en esto, quiero saber tus motivos.
Mikkel entrecerró los ojos por un segundo, iba a hablar, pero Henrik golpeó fuertemente con su bastón el suelo.
—Basta, Mikkel, es suficiente —Mikkel hizo un gesto de fastidio.
—No estoy haciendo nada, simplemente me gustaría que dejáramos algunas cosas claras.
—No, el ama de llaves la llevará a su habitación para que descanse, el día ha sido largo para ella, hablarán después.
Mikkel miró a su abuelo, luego a Lía, después se dirigió hacia la puerta, Henrik ordenó al ama de llaves que guiará a Lía a su habitación.
La habitación que el abuelo dispuso era amplia, mucho más que la que tenía en casa de su padre, los muebles eran modernos, en tonos claros, había un gran ventanal que daba hacia el jardín trasero, el ama de llaves le pidió que no saliera hasta la mañana siguiente, afortunadamente ya estaba anocheciendo.
Cuando despertó por la mañana, encontró un vestido negro en el sillón frente a la cama. Alguien había entrado y ella no se había dado cuenta, junto al vestido había una nota, “el señor ha ordenado que seas puntual en el desayuno, usa el vestido y baja.”
“Vaya, al señor se le da muy bien dar órdenes.” Pensó, se dió una ducha rápida y se arregló usando el vestido.
Cuando bajó, Mikkel ya se encontraba ahí, tomando café mientras leía algo en su tableta, no volteó a verla.
—Buenos días —dijo ella, no recibió respuesta.
El mayordomo se acercó y sirvió el desayuno: fruta, pan y huevos fritos.
—Te levantaste tarde —dijo Mikkel.
—Nadie me avisó que había horario —él la miró inexpresivo.
—En está casa desayunamos temprano, hay reglas que se cumplen.
—¿Y cuáles son esas reglas? ¿No respirar muy alto?
Él dejó el cuchillo que sostenía a un lado.
—Regla número uno: no hables si no te preguntan, regla dos: no entres en mi oficina, regla tres: no toques nada que no te pertenezca, regla cuatro: no te metas en mis asuntos.
—¿Y la quinta regla? —preguntó cabreada.
Nikkel se le quedó viendo fijamente.
—Es la más importante de todas: jamás olvides cual es tu lugar en esta casa — Lía le sostuvo la mirada.
—Mi lugar en esta casa lo tengo claro, no te preocupes, soy la esposa que no quieres.
—Perfecto, me gusta que lo tengas claro.
Henrik llegó en ese momento, caminaba despacio apoyado en su bastón.
—¡Buenos días! —saludó con una sonrisa que contrastaba con las caras largas de Lía y Mikkel —¿Ya se conocieron mejor?
Mikkel hizo un gesto de disgusto.
—No hay mucho que conocer.
—Mi nieto tan amable como siempre —dijo Henrik, lanzando después un suspiro —Lía, hija. ¿Ya te instalaste bien?
—Sí, gracias, la habitación es hermosa.
—Me alegra que te sientas cómoda, ya eres parte de la familia.
Mikkel lanzó una carcajada de burla.
—No hace falta exagerar, abuelo.
Henrik lo ignoró.
—Está noche durante la cena conocerás a tu suegra, se encuentra de viaje, llega esta tarde.
Lía asintió, no pudo evitar preguntarse cómo sería esa mujer, si tendría la calidez de Henrik, o la frialdad de Mikkel.
Henrik solo desayuno una copa de yogurt con frutas, después se despidió para retirarse.
Lia intentó concentrarse en el desayuno, pero no podía tragar, Mikkel seguía allí, frente a ella, observándola fijamente.
—Tu familia llamó esta mañana, dijo.
Ella lo miró con desconfianza.
—¿Qué querían?
—Saber sí ya firmaste la cuenta conjunta, por lo visto están muy pendientes del dinero —Lía frunció el ceño.
—¿Cuenta conjunta? No sabía que existía una.
—Ahora existe, firmarás los documentos.
—No necesito una cuenta contigo, no firmaré nada.
—Entonces tu padre volverá a endeudarse, una parte del trato es que harás lo que yo te pida, sin cuestionarme.
—No puedo creer que seas tan bajo —respondió Lía.
—Pues créelo —dijo Mikkel, su voz era fría —en mi mundo no nos dejamos llevar por los sentimientos.
Ella lo miró con rabia, Mikkel se levantó y salió del comedor.
El resto del día a Lía le pareció eterno, los sirvientes la observaban con curiosidad, pero nadie le hablaba.
Por la tarde una empleada le llevó un vestido nuevo.
—La señora debe usar esto para la cena.
—¿Y si no quiero? —preguntó Lía, ¿Es que acaso siempre tendrían que usar lo que ellos quisieran?
—El señor lo ha ordenado —contestó la mujer, bajando la cabeza.
Lía miró aquel vestido, era en color rojo oscuro, no le quedó de otra más que usarlo.
A las ocho bajó al comedor principal, Mikkel ya se encontraba ahí con su madre, la mujer era rubia, y tenía una expresión altiva muy parecida a la de Mikkel, al ver a Lía apretó los labios.
—Así que tú eres la esposa —dijo sin preocuparse por ocultar su desprecio —esperaba a alguien con más clase.
Lía respiró profundo antes de contestarle.
—No se preocupe, yo también esperaba algo diferente —la mujer abrió los ojos enormemente, sorprendida, no creía que Lía fuera capaz de contestarle, Mikkel levantó apenas la mirada, pero no intervino.
Lía esperaba que el abuelo llegara para que el ambiente se relajara, pero la misma chica que le llevó el vestido anunció que el abuelo se disculpaba por no acompañarlos, Lía se entristeció, se quedaba a merced de los lobos.
Empezaron la cena en silencio, la madre de Mikkel la observaba alzando una ceja.
—¿Qué hacías antes de esto? —preguntó de pronto.
—Arreglaba motos clásicas —respondió Lía.
La mujer dejó caer el tenedor, escandalizada.
—¿Motos? —Mikkel siguió comiendo sin decir nada.
—Sí —contestó Lía.
—Una mecánica —la mujer se rió con sarcasmo —qué combinación tan exótica para un Scarsson.
Lía apretó los labios.
—No me avergüenza, es un trabajo como cualquier otro —la mujer la miró fríamente.
—No, claro, pero hay oficios que no encajan en ciertas familias.
Mikkel dejó sus cubiertos a un lado con desgano.
—Madre, basta.
—Solo digo la verdad, hijo.
Lía sintió un intenso calor subir por su rostro, quería decirle unas cuantas verdades a esa apretada, pero se contuvo.
Cuando la cena terminó, Mikkel se levantó primero.
—Lía, te espero en la biblioteca, firmarás unos documentos.
—¿Más documentos?
—Sí, bienvenida al matrimonio Scarsson.
Después de que él salió, Lía lo siguió rápidamente, ante la mirada inquisitiva de su suegra.
Al llegar a la biblioteca, Mikkel ya estaba esperándola, al verla, colocó sobre el escritorio una carpeta.
—¿Qué tengo que firmar ahora?
—Como ya te había informado, firmarás los documentos de la cuenta, y también los del seguro médico, todo lo que te corresponde por llevar mi apellido.
Lía se acercó al escritorio, firmó lo que le pedía, seguida Mikkel puso otro documento frente a ella.
—¿Y esto?
—Es un acuerdo en el que te comprometes a no revelar a nadie lo que suceda durante nuestro matrimonio.
Lía no podía creerlo, ¿Se atrevía a desconfiar de ella?
Lía pensó en negarse a firmar aquel acuerdo, pero recordó lo que le pasaría a su padre, así que se dispuso a leer para después firmarlo.
Mikkel encendió un cigarrillo, la observó mientras ella leía el documento, no era una mujer fea, más bien era muy bella, su cabello rubio era lacio y largo, tenía una nariz pequeña y respingada que sobresalía al medio de unos enormes ojos azules bastante expresivos, pero esa belleza de nada valía en una mujer interesada.
Después de que Lía firmó, se le quedó mirando.
—Listo, señor Scarsson, puede estar usted feliz, he firmado, Mikkel se llevó el cigarro a los labios dando una larga calada.
—¿Sabes qué es lo que odio más que una esposa impuesta? —preguntó soltando el humo.
—No, pero estoy segura que vas a decírmelo.
—Una mujer que no sabe cuando callarse.







