Lía no sabía qué responder, primero necesitaba saber hasta qué punto su hermana se había enterado. Necesitaba tantear el terreno.
Amanda dejó el jugo en la mesita de centro y después la tomó de las manos. Mala señal.
—Lía, por favor, por favor, te lo suplico, dime qué fue lo que hiciste.
Lía tragó saliva y sintió un escalofrío recorrerla de pies a cabeza.
—Por favor, no les digas nada a mis papás y a los abuelos —susurró Lía—. Por favor, prométemelo.
—Ay, Lía… —chilló Amanda, ahora preocupadísima por el problemón en el que la estaba metiendo su hermana.
—Amanda… —chilló Lía con los ojos llenos de lágrimas.
Entonces Amanda tomó aire y aceptó con un sacudón de cabeza.
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