Lía sintió como si se estuviera despidiendo.
—¡No la esperes despierto! —gritó Julieta y volvió a carcajear.
Lía la volteó a ver y le hizo señas con una mano para que hiciera silencio. Julieta borró su sonrisa de golpe, notando el miedo en el rostro de Lía.
—Te amo —dijo Oliver de repente—. Diviértete, te lo mereces.
Lía tragó saliva.
—Yo también te amo —contestó y un nudo se empezó a formar en su garganta—. Oliver… ¿pasa algo? Sabes que siempre puedes contar conmigo, siempre.
—Estoy bien, diviértete —se limitó a decir.
Y colgó.
El miedo llenó el pecho de Lía. Aquel horrible presentimiento generó que sus manos comenzaran a temblar.
—¿Qué sucede? —inquirió Julieta.