Cap. 61 Es bellísima
Celeste lo sintió de inmediato, con esa intuición aguzada por años de manipulación. Algo estaba más que mal. Augusto, que siempre se había inclinado a su favor con una indignación férrea, listo para creer que Alba era la "ladina", la instigadora de todos los males, ahora parecía... derrotado. Su mente estaba, en otra parte, en otra página de una historia que de repente ella ya no controlaba.
—Augusto... —llamó, su voz, un susurro cargado de preocupación falsa.
—¿Qué pasa? No sabes lo que ha significado el regreso de mi hermana. Realmente todo está de cabeza. Lucius... Lucius ya no me habla. ¡Encarceló a Matías! —exageró, esperando provocar esa chispa de ira protectora en él.
—Está... cegado.
Augusto frunció el ceño al oír lo de Matías. Un destello de la antigua confusión y lealtad surgió en sus ojos. Su hijo, que siempre había querido a Matías como a un hermano, lo había encarcelado. Era una muestra más del caos, de la irracionalidad que Celeste le había pintado.
Pero antes de que pud