Cap. 24 ¿Qué pasa, hijo? 

Alba cavilaba, revolviendo en su mente la información que acababa de recibir. Le habían enviado la conversación completa, y en el video se veía con claridad la fría planificación.

—Celeste —decía Matías en la grabación.

—Cuando te asegures de que Lucius ha aterrizado en Shanghái, me ocuparé de los guardias. A los que no son leales les daré dinero para que se vayan mañana por la noche. A los más fieles les diremos que Lucius dio la orden. A esa hora él estará en reuniones y no contestará el teléfono, así que no podrán verificar nada.

Celeste, en el video, ponía una cara de sorpresa y desconcierto, una máscara de inocencia.

—Pero... ¿qué haremos? No vamos a lastimarla, ¿verdad? —dijo, fingiendo ser el ser más benévolo del mundo.

—¡Ella no se merece tu preocupación! —replicó Matías, inflamado.

—No después de todo lo que te hizo. Te saboteaba los trabajos, te desprestigiaba en las reuniones y galas benéficas, casi te... bueno, ya sabes, todo eso. Celeste, ella no se merece tu misericordia
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