Capítulo 96

El destino parecía odiarme. En un instante, sentí la punzada helada de su mirada clavada en mí. Alcé la vista, despacio, y allí estaba: observándome.

Esa mirada penetrante que antes me había hecho sentir amada, y que ahora solo lograba helarme la sangre.

Antes era amor, ahora solo era miedo.

Caminó hacia mí. Cada paso suyo me quitaba el aire. Intenté sonreír débilmente, como si ese gesto pudiera borrar cualquier sospecha, pero mi voz salió entrecortada cuando él habló.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó, cortante, directo.

—Y-yo… —balbuceé, mi lengua parecía enredada—. Estoy aquí… por la fundación. La paciente, Ana Ortiz… nos pidieron apoyo para cubrir los gastos médicos.

Me miró con desconfianza. Fue como si su mirada quisiera arrancar de mí alguna mentira escondida.

—¿Viniste con Santiago? —preguntó de golpe, con filo en la voz.

—¡No! —respondí demasiado rápido, demasiado fuerte—. No, claro que no.

Él me estudió en silencio. Yo bajé la vista al sán
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