Desperté con el peso de un silencio extraño. No era el silencio acogedor de un descanso reparador, sino el vacío de una ausencia que ya comenzaba a resultarme habitual. Extendí la mano hacia el costado de la cama, buscando un cuerpo que no estaba. Solo encontré la sábana fría, arrugada por la huella que Matías había dejado unas horas antes.
Ese vacío me pinchó el pecho. No me sorprendió, pero aun así dolió. Me incorporé lentamente, con el cuerpo entumecido. Sentía las piernas pesadas, como si aún guardaran el eco de la noche anterior: sus manos, sus besos, su aparente ternura, todo entrelazado con esas cadenas invisibles de reglas que me había impuesto.Sobre la mesita de noche, había un sobre doblado. Mi nombre escrito en esa letra recta y apurada me produjo un nudo en el estómago. Dudé unos segundos antes de abrirlo, pero al final lo hice."Isabella: tuve que salir temprano, me esperan en el hospital. Sé que lo de ayer fue un paso importante para ti, para nosotros. Con