Capítulo 47
No te creo
Eira tomó otras hierbas con rapidez. Las enjuagó a toda prisa en el balde de agua que usaba para el jardín. No había tiempo para hacer las cosas como se debía. Pero algo en su interior le decía que no necesitaba hechizos, ni palabras mágicas, ni rituales antiguos. Nunca los había necesitado.
Desde que tenía memoria, lo supo: todo estaba en sus manos.
Cuando deseaba sanar de verdad… simplemente sucedía.
La cercanía de sus manos, esta vez, no traía consigo la sombra de la mala suerte, solo la presión de sanarlo.
Se arrodilló frente a él y limpió la herida con cuidado. El corte era profundo. Mucho más de lo que parecía.
—¡Te cortaste demasiado profundo! —exclamó, al borde del enojo.
—Me excedí, lo admito —respondió Minhos con calma admitiendo que exageró con lo que hizo, sin embargo; en su interior no podía evitar observar, casi fascinado, cómo el dolor comenzaba a disminuir, como si algo cálido se infiltrara debajo de su piel.
Eira parpadeó con pesadez. Sus manos