Pero ahora, ya no estaba acostumbrado a dormir solo.
Incluso necesitaba abrazar a Sonia para poder dormirse.
A veces, a medianoche, ella apartaba su brazo y se movía al otro lado, y Andrés despertaba de inmediato, alarmado, para atraerla de nuevo y encerrarla firmemente en sus brazos antes de poder volver a descansar tranquilo.
Pero esta noche Andrés no se despertó en ningún momento.
Durmió de un tirón hasta la mañana siguiente.
Seis horas de sueño lo dejaron muy satisfecho.
Sonia seguía en sus brazos.
Su rostro dormido era dócil, con largas pestañas caídas, labios apretados y mechones de pelo pegados a sus mejillas.
Andrés levantó la mano para apartárselos.
Luego se inclinó y besó su mejilla, bajando poco a poco.
Cuando Sonia despertó, ya era demasiado tarde.
Andrés todavía le sujetaba la pantorrilla y, al notar que estaba despierta, le sonrió antes de inclinarse para besarla.
Sonia giró inmediatamente la cara.
Andrés sabía lo que le disgustaba, así que solo rio suavemente, sin forzar