—Señor Fuentes, pronto dejará de ser su esposa.
Gabriel, con la cara tensa, sintió cómo la rabia le subía por todo el cuerpo.
—Tú solo eres un abogado. A ver quién se atreve a tomar el caso de mi divorcio con Isabel.
Felipe, imperturbable, sacó su tarjeta de presentación y se la dio.
—Señor Fuentes, olvidé mencionarle algo importante acerca de la señorita Isabel y mi identidad.
Gabriel agarró la tarjeta y, al leerla, sintió un nudo en el estómago.
Como investigador, sabía perfectamente lo que eso implicaba. Era parte de uno de los equipos más importantes, trabajando directamente para el gobierno.
Y lo peor de todo, esa persona podía llevar a cabo el divorcio sin que él pudiera hacer nada.
—¿Dónde… dónde está ella?
—La señorita Isabel ya no le pertenece a nadie. ¡Solo al mar!
Gabriel sintió un fuerte golpe en el pecho, la rabia y la confusión lo invadieron por completo.
¿Cómo pudo Isabel hacerle esto? ¿Cómo pudo abandonarlo después de todo lo que vivieron juntos?
Con un golpe de rabia